Un hilo invisible separa a Carapaz de la inmortalidad. El ecuatoriano intenta graparse a Tadej Pogacar en las coordenadas donde el fenómeno esloveno había anunciado su victoria. La tremenda rampa de La Redoute, el símbolo de la Lieja-Bastoña-Lieja. Carapaz no puede como tampoco puede ningún ciclista del pelotón que solo puede admirar y aplaudir a un compañero. Se va Pogacar, como tantas tardes, un hombre solo al comando. Y no puede Van der Poel, el elegido, Dios en bicicleta a quien torturan las largas cuestas de las Ardenas. En el duelo de gigantes vence Pogacar, un corredor único. En Lieja