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Lieja entroniza a Pogacar en el duelo de gigantes con Van der Poel

Lieja entroniza a Pogacar en el duelo de gigantes con Van der Poel



Un hilo invisible separa a Carapaz de la inmortalidad. El ecuatoriano intenta graparse a Tadej Pogacar en las coordenadas donde el fenómeno esloveno había anunciado su victoria. La tremenda rampa de La Redoute, el símbolo de la Lieja-Bastoña-Lieja. Carapaz no puede como tampoco puede ningún ciclista del pelotón que solo puede admirar y aplaudir a un compañero. Se va Pogacar, como tantas tardes, un hombre solo al comando. Y no puede Van der Poel, el elegido, Dios en bicicleta a quien torturan las largas cuestas de las Ardenas. En el duelo de gigantes vence Pogacar, un corredor único. En Lieja se funden las esencias del ciclismo. Una prueba, la ‘Decana’ de las clásicas, que data del siglo 19 (nació en 1892), concentra 254 kilómetros en más de seis horas de esfuerzo (6:13 tardó el esloveno) y en once altos de largo aliento por uno de los países con más tradición de bicis y ciclismo, la patria de Eddy Merckx, récord de victorias (5). Pogacar es un tipo despreocupado, que no aparenta la ansiedad del deportista profesional, alma libre que viaja por el mundo con su pareja en bicicleta, puertos, ríos, aire limpio. Pogacar anticipa a la competencia el lugar donde actuará, la rampa más exigente de La Redoute. Lo dice y lo hace, ataque sin fin, devastador, imposible para el resto, después de hacer acopio de energías en una carrera que se le ha atravesado a Van der Poel. El prodigio neerlandés quedó atrapado en una caída que bloqueó la estrecha carretera a 100 kilómetros de meta y ya actuó a contrapié. En persecución del grupo delantero, con 1 minuto, 30 segundos de máxima pérdida. Conectó no por su esfuerzo, sino por el empuje del británico Pidcock, vencedor de la Amstel Gold Race y optimista y batallador en Lieja. Van der Poel llega tarde y fundido a La Redoute, 1,9 kms. de longitud y 8,9 por ciento de desnivel medio. Una pared. Cuando ataca Pogacar no hay respuesta de su parte, ni lo intenta porque el resultado está escrito en la previa. Van der Poel ejerce un magnetismo sin igual con las cotas cortas, las subidas flamencas del pavés, los adoquines de Roubaix, ese Poggio en San Remo donde baja como un cuchillo. Pero tal vez encuentre su límite en Lieja, una carrera con mini-puertos que se le atragantan. VDP ha acabado todos los ‘monumentos’ (las cinco mejores clásicas) entre los diez primeros, menos uno. Y hay otro que no puede ganar, el Giro de Lombardía, con sus puertos de larga duración. No sube tanto. Sin Van der Poel, sin Pidcock, sin Carapaz, sin el recuperado Egan Bernal que ofrece síntomas alentadores, Pogacar emprende su desfile imperial a 34 kilómetros de la meta. Queda la sensación al verlo de estar ante un ciclista para la historia, único en su especie, un emperador que consume kilómetros a un ritmo abrasivo y al que ni un pelotón medio organizado puede dar alcance. Pogacar anula la emoción porque cuando logra 30 segundos de renta se adelanta su victoria, pero llega el momento del deleite. Los pulmones, la voluntad, la mentalidad y la clase de un ciclista que marca una época, siempre al máximo en todas las competiciones, así sea la clásica de Jaén o el Tour de Francia. Respeta todas las carreras, honra al ciclismo.



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Author : (abc)

Publish date : 2024-04-21 17:16:17

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