‘Clori, Tirsi e Fileno ‘ fue una cantata perdida, perteneciente al grupo conocido como las ‘cantatas italianas’, compuestas por Haendel en su ‘Grand Tour’ por la península itálica, en un ejemplar que encontró Rudolf Ewerhart en 1960. Pero es como si se hubiera vuelto a perder, al menos discográficamente, a juzgar por las pocas grabaciones y lo distantes en el tiempo (1997, 2006 y 2008). Ahora nos vuelve a llegarnos en una edición de Alberto Miguélez Rouco y Giulio Padoin , que hemos podido oír seguramente como parte de un ‘rodaje’ que terminará -sería un crimen que no lo fuera- a buen seguro en una nueva grabación. No sólo porque se trata de una música subyugante, que aúna la juventud de Haendel, sino también algunos de los trazos que consagrarán posteriormente al músico de Halle (e igualmente otros por pulir). Algunos de sus números nos pueden sonar de su reutilización en obras vocales posteriores, y ya en este obra son hallazgos llenos de frescura, dinamismo y acierto melódico. Consta de dos partes, que terminan y comienzan en dúo, mientras que el final de la obra se constituye en un trío, además de responder a la característica alternancia de recitativo y aria, y estas figurar entre las de tipo ‘da capo’. Esta disposición nos permitió observar la progresiva presentación de los cantantes, aunque a Alicia Amo (Tirsi) ya la conocemos de anteriores visitas a Sevilla, sobre todo con la OBS . Sabemos de su buen hacer como reconocida soprano, y aquí también lo fue, pero nos pareció que en ‘Cor fedele’ que abría la cantata la cogió todavía algo fría, así que la coloración fue igualándose a medida que su voz se calentaba, y aún en ‘Quell’erbetta’ todavía el proceso continuaba, dada también la brevedad de las arias. Y puede, por qué no, pudiera influir la humedad del ambiente de una tarde que finalmente rompió a llover, y que obligó a afinar los instrumentos con más frecuencia de lo que suelen. No decimos que le pasó lo mismo a la portuguesa Ana Vieira Leite (Clori) en su inicial ‘Va col canto lusingando’ , pero digamos que a medida que la oíamos cantar su voz se hacía más clara, se aseguraba. Es un registro más ancho que el de Amo, en el que sentimos la adaptación a la versatilidad de su personaje , en tanto que juega a dos barajas con los pretendientes, lo que la obligaba a mayores matizaciones que sus compañeros. Es sin duda de una gran calidez y dulzura , y si acaso fue poco a poco mejorando la dicción de los textos. La presencia de dos flautas piccolo aportaron colorido, especialmente en momentos ‘a solo’ sobre un motivo ascendente (que luego repitieron los violines, aunque no con tanta afinidad). También le oímos a Vieira preciosos trinos que nos recordaban al ruiseñor del texto que cantaba. En ‘Conosco che mi piaci’ se dejó llevar por el rítmico vaivén del oboe de Olga Marulanda . Sin duda la gran sorpresa vino de oír en directo a Alberto Miguélez (Fileno) , un contratenor que nos asombró con un registro único: se le oye como si el falsete fuese su voz natural, de manera que no tuviera que impostar o preocuparse siquiera por la zona de paso, especialmente cuando apianaba. Y, claro, al parecer que no imposta, el texto se nos hacía completamente inteligible, además de aumentar su poder matización sobre un timbre exquisito. Lo acompañó en su primera intervención ( ‘Sai perché l’onda del fiume’ ) el violonchelo de Giulio Padoin , protagonista entre el continuo. No podemos decir nada del clavecinista ( Joan Boronat ), porque se puso casi de espaldas al público (sesgado) y sin tapa. Habría que preguntarle en todo caso al contrabajista ( Giulio Tanasini ), que fue para quien parecía que tocaba. En cuanto al archilaúd ( Jadran Duncumb ), a pesar de estar delante de todos, apenas se le oyó, aunque aquí lo achacamos antes que al instrumento, a la extrema delicadeza que le imprime a su ‘toque’, tanta que desaparece. Nuevamente el chelo lo acompañó en ‘Son come quel nocchiero’ con igual solvencia, mientras volvíamos a asombrarnos ante el registro cenital del joven contratenor, que aún en la primera parte la despidió, como decíamos, con un duetto con Vieira (‘Scherzano sul tuo volto’) y cuyos timbres casaron de una manera prodigiosa. La segunda parte comenzaba con un duetto ‘de gatas’, diríamos, al que siguió un aria de bravura de Amo, en la que estuvo verdaderamente inmensa: ‘Tra le fere la fera’ («De entre las fieras, la fiera más cruel») en las que dio rienda suelta a difíciles coloraturas muy bien articuladas, lo que demuestra el enorme trabajo para darlas de manera tan cuidada y el gran ‘fiato’ que necesitaba, a la vez que no descuidaba la zona grave, además de dos sobreagudos y trinos en la zona alta. Vieira no quiso ser menos y afrontó ‘Barbaro, tu non credi’ (Clori), con un bellísimo ‘obligato’ de violín a cargo de Claudio Rado, cuyos comentarios de gran delicadeza a la voz no obstaron para asumir con Vieira la sección central, más ‘desgarradora’, con un ámbito vocal mayor, y a pesar de ello ni en los pronunciados agudos perdieron la homogeneidad de su color. También se oyeron mayor claridad las hermosas vocalizaciones. Por último, Amor/Tirsi interpretó el agradable ‘Un sospiretto’, un ritmo ternario que se acentúa por el uso de esdrújulas, tanto en los tiempos externos (‘palido’, ‘languido’) como en el central (‘flebile’, ‘amabile’, ‘suplice’, ‘candido’ y ‘posono’). Y antes de que Miguélez interprete ‘Come la rondinella’, el archilaúd tiene la oportunidad de que lo oigamos a solo y descubramos su elegancia y delicadeza; el problema es que pocas veces está escrito que el instrumento tenga esa posibilidad y, por lo tanto, que se le pueda oír si no se hace más presente.
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Author : (abc)
Publish date : 2025-03-09 01:53:00
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Los Elementos: joven conjunto para un joven Haendel
