El concierto que nos ofrecía la OBS estaba relacionado con Polonia , en tanto que se inaugura el período en que la orquesta, en colaboración con el Instituto Polaco de Cultura , homenajea a ese país, con motivo de su presidencia del Consejo de la Unión Europea durante el actual semestre del año. Así que Polonia fue el centro del programa, tanto en la cantante invitada como en la violinista principal y directora, además de un programa que desde distintos puntos de vista también la recordaban. Martyna Pastuszka ya estuvo hace un año al frente de la pequeña orquesta que acompañaba al contratenor Emanuel Cenčić , ya de vuelta. Un mes más tarde dirigía por primera vez a la OBS y ahora se presentaba como la próxima directora invitada principal para la próxima temporada . Aunque la verdadera presentación vino con la ‘Sinfonía’ de ‘Venceslao’ de Pietro Torri. Le tenía que tocar a alguien, y como Torri es poco conocido, sufrimos menos. Pétreo y tórrido, podría decirse en un fácil juego de palabras, que fue la primera descarga. Es más, no parecía una tormenta a lo Vivaldi , Beethoven , ni siquiera del ‘Sturm und Drang’ que vivimos con Shunske Sato . Era directamente una dana, en la que difícilmente podíamos reconocer a nuestra orquesta bajo ese descontrol, esos sonidos ásperos y oscuros, desabridos, atormentados. ¿El drama de ‘Venceslao’? Quien sabe. Muchas veces hemos alabado el sonido de un violín seco, descarnado, macilento; pero esto era otra cosa, y puede que eso desconcertara a la orquesta, como una tormenta sin paraguas, sin refugio y sin aviso previo. Hasta el bueno de Telemann , con su ‘Sonata para violín y continuo’ TWV 41:a4 se llevó lo suyo. ‘Aveva l’idol mio’ era la primera de las tres arias para soprano que contiene ‘l Venceslao’ de Caldara . La ópera, con libreto de Zeno y ambientada en Cracovia , fue encontrada en archivos vieneses por la propia Pastuszka, que la está dando a conocer. Y también servía de presentación a la mezzo polaca, quien parecía presumir de una voz muy impostada, potente, con la consiguiente decoloración, sobre todo para esta música. Hubo un momento de cierto relax, al reunirse sólo el violín, la viola (y el continuo) con el verso repetido ‘quando parti da me’ («cuando me dejó»), y efectivamente la reducción de los efectivos participantes ofreció una sensación de soledad, a la vez que relajaba transitoriamente su emisión. La segunda de las arias, ‘Sapesti lusinghier’ , confirmaba la excelente técnica vocal de la mezzo para presentar batalla a un aria de bravura, con marcadas coloraturas, muy articuladas, claras, pero en la repetición adornada del Da Capo intentó dos notas sobreagudas que le quedaron casi en el grito. Y ya la última aria, ‘Egra e languente’ , nos trajo la primera sensación de unidad en el conjunto instrumental; y en la cantante, de lirismo. La cosa venía de antes: entre cada aria se había metido a Telemann y en el último ‘intermedio’, el ‘Concierto polaco’ hubo un ‘Largo’ que serenó el ‘Allegro’ final y que a la vez trajo un rato de cordura, sensación que le llegó a Szczepańska , relajando su registro y dejándonos ver una voz elegante, no exenta de nobleza y un distinguido ‘vibrato’. Sin embargo, no pudo dejar de dar notas a las que apenas podía dar completas y otra vez forzaba el agudo. Haendel y su ‘Concerto grosso Op. 6 Nº 3’ en Mi menor HWV 321 vino a traer equilibrio y ya en el ‘Allegro’ tenían una orquesta como una flor que abre distintos pétalos sin perder la unidad. En la ‘Polonesa’ ya se mostraba dulce, melódica, aunque quizá de sonido todavía turbio. Parece que hemos recuperado a Miguel Rincón , que hizo una ‘intro’ a ‘Tu mi tradisti’ , la primera de las arias ‘Gismondo, re di Polonia’ de Vinci , que diríamos un tanto aflamencada (aunque, a toro pasado, pensamos que sólo fue un aviso); y nuevamente la mezzo nos sorprendía con un canto atractivo, más contrastado y detallista, controlando unos agudos menos hirientes. Tal vez le fue tomando la medida a la sala. Por último, ‘Ama chi t’odia’ fue un aria bravísima, por su bravura de género y los bravos que consiguió: coloraturas, arriesgados saltos interválicos y agudos portentosos (y algún grave abisal). Un último momento polaco lo trajo la ‘ Polonesa’ de la ‘Suite para orquesta nº 2’ en Si menor, BWV 1067 de Bach , para la que contaron con Rafaerl Ruibérriz sentado entre el público, y que como siempre estuvo sensacional, rematando con esa versión llena de fantasía de la ‘Badinerie’ . Pero el colmo del recital vino también con Szczepańska , ya que para su propina, también difícil, se acompañó de castañuelas, pero que ni Lucero Tena (es broma, pero qué nivel). Aquí sí que nos dejamos las manos aplaudiendo. En cuanto a la señora Pastuszka, debería recordar a la Carmen de Bizet cuando deseaba ‘bailar la seguidilla y beber manzanilla’, porque ese exceso de energía siempre ha gustado a la OBS, pero no de forma desaforada.
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Author : (abc)
Publish date : 2025-04-24 23:30:00
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