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Una nueva tradición nació la madrugada del Miércoles Santo fruto de una espera. Ocurrió en la plaza de San Vicente. El Cristo del Amor, detenido frente al convento de las Madres Agustinas de la Inmaculada Concepción, aguardaba la llegada del Cristo de los Ángeles. La espera en una de sus estaciones de Sermón de las Siete Palabras, que le lleva por varios conventos de clausura y al palacio Arzobispal, se alargó más de lo habitual tal vez porque el Cristo de las Gaitanas tuvo que volver a su sede canónica por la calle de La Plata debido a un andamio no retirado en Alfileritos que le impedía el paso La pausa, de casi media hora, se convirtió en ceremonia. « Quien quiera, puede acercarse a besar las llagas de los pies del Cristo» , anunció de forma espontánea la megafonía de la Cofradía del Amor. Lo que vino después fue un gesto colectivo: fieles, cofrades y vecinos se acercaron a los pies de la imagen para besar las heridas del Crucificado. La colocación de la imagen, dispuesta en un plano inclinado sobre sus andas, facilitó el gesto. La escena fue sencilla, pero profundamente simbólica. Había nacido una nueva tradición. La noche avanzaba, y cuando el Cristo de los Ángeles por fin dobló la esquina hacia San Vicente, se produjo un nuevo capítulo en un encuentro que, aunque se repite cada año, rompe la ortodoxia de la Semana Santa: no es lo habitual que dos Cristos crucificados se ‘saluden’, ya que los encuentros suelen reservarse para el Hijo y su Madre. Aun así, cada vez que sucede, la emoción aflora. Frente a frente, el Cristo de los Ángeles y el Cristo del Amor compartieron meditación en torno al Sermón de las Siete Palabras. La emoción se concretó en el abrazo de los hermanos mayores de ambas cofradías y en el intercambio de sendos ramos de flores. Fue un gesto sencillo, pero un instante de comunión entre dos formas distintas de representar la Pasión. Tras el encuentro Cristo del Amor, una talla moderna obra el sevillano Manuel Martín, que representa el momento de la Expiración y sin corona de espinas, continuaba hacia el Real Monasterio de Santa Isabel de los Reyes, desde donde cada año inicia y culmina su recorrido. Justo antes del encuentro, la procesión vivió uno de sus momentos más bellos al atravesar los c obertizos . Allí, entre la penumbra, los cargadores ejecutan complejas maniobras para sortear la estrechez del trazado. Por su parte, el Cristo de los Ángeles se preparaba para el último gran momento de su procesión: la entrada en el convento de las Gaitanas, tan espectacular como la salida. La imagen, una imponente talla del siglo XVII de autor anónimo, no puede pasar de pie por la puerta de la iglesia del convento. Por eso, el ritual exige que los integrantes de la cofradía porten la talla en horizontal hasta la calle donde es colocada en el soporte de la Cruz. Tras esta operación y gracias a un mecanismo elevador la imagen se eleva lentamente hasta quedar erguida ante un emotivo y estruendoso toque de los tambores, que recuerda a las tamboradas de Hellín. La operación se repite para introducir de nuevo al Cristo en el templo, entre aplausos, miradas emocionadas y el sonido de los tambores. Así fue la noche en la que dos cristos se miraron cara a cara en presencia del arzobispo de Toledo, Francisco Cerro Chaves , que, al contrario de sus predecesores, suele acompañar a las cofradías. Asimismo, la Cofradía del Cristo del Amor estuvo acompañada por los concejales del PP Ana Pérez, Iñaki Jiménez y José Manuel Velasco, mientras que con el Cristo de los Ángeles procesionaron los ediles populares Rubén Lozano y José Vicente García Toledano y los socialistas Marta Medina y Teo García.



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Author : (abc)

Publish date : 2025-04-16 09:27:00

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