Las Vísperas de Monteverdi han tenido presencia en Sevilla desde la Expo, si no numerosa, sí muy acertada, casi siempre en el borde de lo emocional. Quizá la primera fuese la de Philip Picket y su New London Consort dentro del ciclo ‘Música Sacra en la Catedral’ y de ahí creemos que saltaría directamente a la de Alessandrini en la iglesia de la Magdalena y ahora esta, primera que no se celebra en un recito eclesiástico, pero que igualmente nos llevó por el camino de la emoción. Ya lo fue sobre todo la de Alessandrini, pero el Maestranza lo que pierde de recinto profano, lo gana por una perfecta audición y visibilidad, y diríamos capacidad si hubiese asistido toda la gente con la que nos hubiera gustado compartir esta audición extraordinaria. Porque esta es una música religiosa muy grande y, quizá de las tres mencionadas, haya sido la más acertada y original; y en cuanto a calidad de sus miembros, la más alta en conjunto. Una de las aportaciones de esta versión es la de ser muy cuidadoso con las exigencias de Monteverdi a la hora de formar los grupos de cantantes , ya que a veces se alineaban en una agrupación tradicional de coro, otras por las voces requeridas por el autor, por un número de ellas (a veces reducidas a dos por cuerda, por ejemplo) o cualquiera de las muchas combinaciones que presentaron. También los instrumentos adoptaron diversas mixturas, aunque quizá lo más importante históricamente sea la mayor presencia de la cuerda frente a los instrumentos de viento. Y aquí viene uno de los méritos más notables de esta versión: la de contar con cantantes e instrumentistas de una talla tan grande que todos terminaron siendo solistas, merecidamente solistas , lo que no es nada habitual. Relacionado con esto, hay que destacar que el primer ‘perjudicado’ pudiera ser el director: los músicos pueden tener un nexo con los políticos y es que ambos procuran rodearse de gente más inepta que ellos para que no les hagan sombra. Pues bien, González Toro se buscó a su lado a otro auténtico prodigio vocal como él: el estadounidense Zachary Wilder , y aunque ambos comparten un volumen notable, una amplitud de registro destacada, una capacidad expresiva que hay que oír para creerlo, Wilder quizá atesora una voz más refinada, exquisita, que cubre todo su ámbito sonoro sin manipular su color ni mermar su expresividad. La cuestión del volumen podía haber sido decisiva porque parecía que volvíamos a la moda de retrasar las voces, dejando el protagonismo a la orquesta. Esto ocurrió sólo estructuralmente, porque las voces -todas- eran tan poderosas que siempre estaban por encima de la orquesta o al menos no se opacaban. González Toro, sin dejar de dirigir, podía presumir también una voz limpia, luminosa, muy clara, con una capacidad adaptativa increíble, de manera que lo mismo se le oía sobradamente en las secciones ‘a solo’ como se integraba con el coro o solistas en cuanto en la partitura decía que iba con otros compañeros. Entre los momentos muy expresivos con su colega Wilder estuvo, por ejemplo, en el ‘Dixit Dominuns’ (en el que oímos por primera vez al contrabajista Jeremy Bruyere , cuyos ‘pizzicati’ eran de una fortaleza y proyección pasmosa). Otro fue el ‘ Duo Seraphim’ pudieron demostrar esa anchura y vuelo sobre palabras como ‘clamabant’ en imitación. Luego se le añadió un tercer tenor, Jordan Mouaissia ( ‘Tres unum sunt’ ). Wilder nos sorprendió nuevamente en el conocido ‘Nigra sum’ , en donde emergía una voz preciosa, con tendencia a lo natural y una expresión emocionante, algo que supo emular con su arpa (una y otra vez a lo largo del concierto) Marie Domitille Murez , delicadísima en todo momento, pero de naturaleza versátil, acompañada siempre por un buen ramillete de expresividades. El órgano fue el instrumento acompañante del lirismo más trascendente de la noche, como el ‘Laudate pueri’ , donde cuatro hombres y otras tantas mujeres entretejían de manera imitativa los versos, alcanzando una frescura, una riqueza y un colorido asombrosos. También hubo cambios casi totales, como en ‘Nisi Dominus’ o ‘Lauda Jerussalem’ . Podríamos seguir porque tanto las distintas combinaciones añadían interés y variedad, y a la vez daban la oportunidad de disfrutar tanto nuevas voces (diríamos que los oímos a todos en mayor o menor medida) como el plantel instrumental, y aquí podíamos citar a todos los sacabuches ( Laura Agut, Miguel Tantos Sevillano y Fabio de Cataldo ) o todos los cornetas y flautas ( Gebhard David, Frithojf Smith, Martin Bolterauer ), así como los archilaúd y tiorba (que se oyeron perfectamente) y las fascinantes violinistas Stephanie Paulet y Margherita Pupulin . Como pueden imaginar, la desazón de ver que el teatro estaba seguramente a la mitad y que no había una segunda función nos resultó entristecedor, porque se podía adivinar el acierto de su programación, tanto la obra como los intérpretes.
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Author : (abc)
Publish date : 2025-04-08 00:17:00
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