Fernando Savater (San Sebastián, 1/06/1947) es de los intelectuales más lúcidos en el sentido estricto de intelectualidad y lucidez. Diáfano ha sido su compromiso contra la sinrazón en su tierra vasca natal, y diáfano es el hombre frente a la entrevista. No es un filósofo al uso, y en él la amabilidad es cortesía. Si se piensa en Savater, de inmediato, la mente se va al Hipódromo de La Zarzuela , un lugar mítico en su biografía. No obstante su novela ‘La hermandad de la buena suerte’, premio Planeta 2008, refleja el apasionamiento del autor por el mundo hípico del que, como de la filosofía, es imposible desligarlo. Vino a Madrid con doce años con su familia en busca de un ambiente de saberes, y por eso su padre luchó por una plaza de notario en la capital desde San Sebastián. studió en el colegio del Pilar, una academia del buen saber y hacer de Madrid, y después, ya universitario, recibió clases de Agustín García Calvo, a quien cita en la entrevista. Es Savater un hombre de acción clara, de verbo irónico pero efectivo: un ejemplo es cuando, tras tanto tiempo en Madrid, entiende el hándicap de la falta de mar como un destierro. Por eso, los veranos se va a San Sebastián cuando en Madrid aprietan los calores y el pensador tiene en San Sebastián un paraíso norteño, con sus toros en Illumbe y con sus recuerdos de la niñez que son los baños sin tiempo en la Concha. Viajero, ve cómo Madrid, su ‘boom’, es perceptible cruzando la frontera. Se ha mencionado que también gusta de los toros y, en esto, su memoria taurófila lo lleva a recordar tardes en LaVentas acompañado de Javier Pradera o, incluso, de José Bergamín. Allí ha visto a los mejores: «A Antonio Ordoñez, a Paco Camino…». Por ser claro, el concepto de la libertad en Madrid lo asocia a aspectos tangibles: como el de poder tomar un taxi sin tener que aguardar en la parada o esa vida más relajada, menos esclava, que tienen los madrileños con los que se encuentra. Ve a una ciudad menos encorsetada que sus homólogas del ámbito europeo. Y, eso sí, adora el otoño como concepto, el otoño como concepto en Madrid, lo que da ya un brochazo ilustrativo de sus preferencias. Sabe que Madrid es la cura de los nacionalismos, y lo sabe un activista que conoce cómo hay territorios en España que, con pistolas o sin pistolas, siguen la estética del señalamiento al disidente. Por todo lo vivido, y sufrido, sabe que Madrid «es el refugio» de quienes han huido de los nacionalismos. Acaso porque «aquí no hay que defender esas identidades ni esas exclusiones». —Quiero saber por sus comienzos capitalinos. —Mi padre era notario, sacó la plaza en Madrid. Pensaba que lo mejor era instalarnos en Madrid porque en San Sebastián no había entonces universidad. Estudié en el Colegio del Pilar. Mis hermanos también. —Pero como el poeta tuvo que dejar el mar… —Y lo viví fatal, fue como un destierro. Aunque aquí no me puedo quejar, siempre hay algo de rechazo a Madrid por esa falta de mar. —A usted se le relaciona mucho con el Hipódromo de la Zarzuela. —Es un lugar muy bonito. Tiene esa estructura que tanto valoran los arquitectos. Aunque estuvo cerrado un tiempo por las manipulaciones del señor Sarasola. —El Madrid en el que iba haciéndose. ¿Cómo era? —Es un Madrid ligado a recuerdos. Aquí hice la carrera, aquí di clases. Tengo muy buenos amigos. La mayor parte de mi vida la he pasado aquí. Yeso, quieras o no, te deja marcado. —¿Madrid es una ciudad pensante? —Las ciudades no piensan, piensan las personas y no todas. Es una ciudad que tiene hoy una gran vida cultural. Tenemos a una presidenta que ha puesto a Madrid en el mapa de Europa. —¿Entonces Madrid no es Nuremberg? —En Inglaterra existe una cerveza llamada ‘Madrid espléndido’. Nuremberg no tiene una cerveza dedicada. —Además de referencias a Tintín, veo elementos taurinos en su cada. ¿Va a Las Ventas? —He ido mucho. Ahora no, porque no tengo amigo que me acompañe. Adonde sí voy es a la de San Sebastián, a la plaza de Illumbe. Pero sí, a Las Ventas he ido mucho con Javier Pradera, con Rafael Sánchez Ferlosio, con José Bergamín también. Al hipódromo voy solo perfectamente, pero a los toros me gusta ir con gente. He visto a los mejores. Ordóñez, Paco Camino… —Vuelvo a lo de la falta de mar, que es un elemento constitutivo de la entrevista. ¿Con qué trata de suplir la falta de mar en Madrid? —En cuanto se acercan los meses de verano, voy a San Sebastián. Desde principios de junio hasta finales de septiembre. —A nivel intelectual o personal, ¿qué le ha dejado Madrid? —Intelectualmente, toda la carrera y los amigos o profesores como García Calvo. Personalmente, aquí me casé y aquí tuve a un hijo. —Le dejo cantar las bondades de Madrid por esos viajes suyos. —Madrid es una ciudad muy libre, que carece de las cortapisas de otras ciudades. Otras están más apretadas de ordenanzas. Y tiene un clima privilegiado. Me gusta el otoño de Madrid. Como en general el de las grandes ciudades. —La libertad en Madrid es… —Poder coger un taxi sin tener que estar en una parada, los bares. En Madrid la gente tiene una vida abierta, relajada. —¿Es esta ciudad la cura de los nacionalismos? —Madrid es el refugio de los que hemos huido de los nacionalismos, cada uno es de su padre y madre. Aquí no hay que defender esas identidades ni esas exclusiones.
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Author : (abc)
Publish date : 2025-03-15 03:39:00
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