« Hacía tiempo que no vivía algo así », dice alguien entre el público antes de girarse de nuevo hacia el escenario. Para la gran mayoría, sin embargo, lo que sucede en la Malandar Club no es ninguna sorpresa: Quentin Gas ya había avisado que ‘El Mundo Se Quema’ era un disco bisagra, que ahora tocaba cruzar el umbral hacia otra parte. Con nuevos Zíngaros. Con otros sonidos. ¿Hacia dónde? Solo ellos lo saben. Aunque ahora mismo eso no importa, porque primero tocaba volver a lo de siempre . A Sevilla. A la raíz. A las libertad de las guitarras. Es jueves en el calendario, pero también en el ánimo de la ciudad, que como cada febrero va orillando los días aguardando el heraldo de los naranjos y las jacarandas. Al fin y al cabo, los jueves son eso, una salita de espera de lo que está por venir. Por eso, el levantisco concierto de Quentin Gas & Los Zíngaros se podría considerar l a primera gran noche del año hispalense , la antesala de las que están por llegar. Y eso es todo un mérito, sabiendo lo que Sevilla espera de sus días grandes. Tanto es así, que lo que el grupo sevillano —con Ismael Prieto a la batería, Julia Dueñas a los teclados, Mario Mugre al bajo, Pablo Donoso a la guitarra, Bego Salazar a los sintes y los coros y Quentin Gas a la guitarra y la voz principal— hace sobre el escenario va más allá de la presentación de un disco, de un concierto dentro de una gira. No es una noche para construir, sino para demoler. El rock, por lo esperado. El flamenco, por lo soñado. Había que arrasar con todo de arriba a abajo porque era un día para empezar de cero. Para amontonar todas esas cosas y derribarlas con fuerza. No es algo fácil de alcanzar, se precisa de la clarividencia de un díscolo para soñar con un camino y no una meta. Cuando Quentin Gas afirma que siempre hace lo que le da la gana no es una pose: lo tiene todo en su cabeza. La lógica del caos. Precisamente así es como suena ‘ Amén ‘, el primero de los temas de un concierto corto pero intenso. El grupo engarza con vehemencia y visceralidad ‘ El Penal ‘, ‘ Zíngaro Errante ‘ y ‘ Romance ‘. Al público no le da tiempo a entrar en ambiente, pues primero debe sobreponerse de tanta tralla. Suena el bajo de ‘ La Virgen de Los Dolores ‘ y ya se empieza a rumiar el pogo, aunque no termina de arrancar. « No os oigo y no pienso empezar hasta que no os oiga », amenaza bromeando Quintín Vargas (Quentin Gas), que hasta ese momento no se había dirigido hacia su público. «¡No os oigo!», grita de nuevo. Vargas alza la guitarra, le da la vuelta, cabecea, salta, agarra a su mano derecha, el guitarrista sevillano Pablo Donoso, se acerca a bailar junto a Bego Salazar —su nueva escudera—. Todo pasa a la vez, de forma caótica, pero también ordenada. Quentin termina la canción como si hubiera conducido un descapotable con la capota quitada: despeinado, desequilibrado. «Somos los Quentin Gas & Los Zíngaros, gracias por venir, ¡nos vamos!», bromea de nuevo Vargas. «Gracias por venir un jueves», dice el artista sevillano antes de lanzar ‘ El Pedío ‘. Quentin mueve la guitarra como si fuera una extremidad más, no baila con ella sino gracias a ella. Sube, baja, se tambalea, le da la vuelta. El concierto encara su segundo tramo y Vargas se deshace de esa chaqueta roja que le está acompañando en esta etapa, para quedarse solo con una camisa negra de brillos y lentejuelas. La idea es volver a derrumbarlo todo. Por eso, ‘ El Volcán ‘, tema en el colabora Anni B. Sweet en el disco, es un mundo nuevo . Uno que Bego Salazar lo hace suyo . Todo es suyo. El escenario, la noche, el disco, Sevilla. El propio grupo, por momentos. Qué más da: debe ser así. Y así es mientras el volcán no se apaga, mientras el público no deja que se apague. ‘El Volcán’ es la prueba de que Quentin Gas no va dando bandazos según le da. No es que un día se levante punk y otro flamenco, no es que sueñe con una cosa y haga la contraria: simplemente está recorriendo un camino. Y para ello necesitaba ser el díscolo que no rehúye de lo que es, pero que no está dispuesto a seguir ninguna norma. Con ‘ Fatigas ‘ y una versión que hacen suya estos nuevos Zíngaros de ‘ La trenza de tu pelo negro ‘, Vargas arremete otra vez contra el castillo de naipes. «¡Ahora viene una stoner! Ya sabéis, eso de tanananana…», avisa el artista antes de tocar dos temas de sus discos anteriores: ‘ Caravana ‘ y la famosa ‘ Deserto Rosso ‘. Donoso y Vargas se hacen uno entre ruidos y riffs, mientras Dueñas, Prieto y Mugre enturbian los vatios sin ceder ni un segundo de respiro. La canción termina distorsionada entre loops de Vargas cantando: «Que tú a mí no me quieres. Que sí, que sí…». El público sigue expectante ante la cantidad de estímulos que provienen del escenario. Cuando piensa que hay algo seguro sobre lo que establecerse y bailar, se encuentra de nuevo con un descampado lleno de pinchos, flores y ortigas. «¿Cómo estáis después de esto?», pregunta Quentin al público. «¿Para acostaros, no? Yo lo estaría, vamos, yo me pondría el pijama y me acostaba». Suena ‘ Säkais ‘, tema que Vargas dedica a Enzo Leep, productor de ‘El Mundo Se Quema’ y colaborador cercano del artista. «Esta canción la iba a cantar Miguelito [DMBK], pero no ha podido venir, se estaba atusando el pelo, pero no le ha dado tiempo de peinarse bien y dice: yo para salir así mejor no salgo», bromea de nuevo y alguien del público le grita: « ¡Venimos a verte a ti, Quintín! ». En esa incertidumbre constante de que todo puede pasar, efectivamente, pasa de todo . Pablo Donoso demuestra por qué es uno de los guitarristas más talentosos, trabajadores y virtuosos de Sevilla con un solo que deja boquiabiertos a los propios integrantes del grupo. Con ‘El mundo se quema’, Quentin Gas & Los Zíngaros se despiden de Sevilla de la única manera posible: derrumbando lo poco a lo que uno podía aferrarse. Una vez más, en el público solo hay huérfanos buscando un clavo ardiendo. Si el respetable asistía atónito a lo que sucedía en ‘Säkais’, ahora prende rápido en un pogo que lo abarca casi todo. Vuelan cervezas, ruedan algunos culos . Vargas se sumerge entre el público, canta apretado junto a uno de los miembros del grupo sevillano Juventude, vuelve a subir al escenario a saltar contra Bego y Pablo, se lanza de nuevo al público que lo sostiene en volandas y, para terminar, llama a su madre, Concha Vargas , que se sube al escenario para bailar con Salazar comandando el cante . De nuevo: tralla, tralla, tralla. Cuando Sevilla quiere salir del trance, Quentin Gas & Los Zíngaros ya se están despidiendo. Y nos quedamos como estábamos al principio: en la noche del jueves. En esa salita de espera de lo que está por venir. Eso sí, con la diferencia de haber disfrutado del primer día grande del año de esta ciudad, la vuelta de Quentin Gas & Los Zíngaros a su ciudad .
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Author : (abc)
Publish date : 2025-02-21 01:08:00
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Quentin Gas & Los Zíngaros, la clarividencia de los díscolos
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