Si se habla de Antoni Tàpies , siempre sale a colación sus creaciones matéricas, sus barnices, su gusto por la abstracción y su descubrimiento del informalismo. Sin embargo, hubo un primer Tàpies que todavía era libre de relatos canónicos, que jugaba con cromos, que descubría las pinturas de Altamira, que experimentaba, que estudiaba los dibujos infantiles y el arte de los locos, que leía novelas negras de quiosco y manuales de psicoanálisis, y se dejaba maravillar por la magia. Este Tàpies jovencísimo es el que presenta ‘La imaginación del mundo’, 140 piezas que ponen en valor la génesis del pintor catalán durante los años 1943 al 53. El Museo Tàpies acoge hasta el 25 de enero de 2026 una muestra que presenta tanto sus primeras obras como los referentes que ayudaron a crearlas. En sus paredes, veremos obras clave como ‘Paisaje transformado’, de 1947 , la mironiana ‘Gossos’, de 1948, o la perturbadora y oscura ‘Naibú’, también del 48. Pero además descubriremos su gusto por el primitivismo y el Art Brut; su amor por el surrealismo y el Dadà; o los retratos realistas de los que el Tàpies maduro renegaría después, pero que forman parte irrenunciable de su crecimiento como artista. Porque todo es Tàpies. La exposición intercala sus primeras obras con piezas de otros artistas de aquella época que acabarían por influenciarle, como una acuarela de Jackson Pollock de su colección particular o un Brassaï de inspiración primitivista, incluso un tocado de plumas de Nazca de Perú o una colección de cromos del álbum ‘Historia natural’ de chocolates Juncosa de 1934. Queda claro que las referencias que moldearon al artista catalán y a sus contemporáneos, con sus compañeros de Dau al Set a la cabeza, son múltiples. Destacan dibujos creados por niños durante los años de la Guerra Civil, con peleas entre indios y vaqueros como tema o las ilustraciones que un joven Tàpies hizo para el poema ‘El amor loco’ de Gabriel Celaya, una mezcla de gato y perra de atmósfera surrealista que hiela la sangre. «Queríamos ir más allá del relato hegemónico del artista y bucear en el niño que juega, que descubre, que aprende y crece», comenta Imma Prieto, directora del museo y comisaria de la exposición. La muestra se abre con un vídeo de un NO-DO de 1949 en lo que se habla del arte de vanguardia como una práctica vil, de vagos y maleantes. Es de esos vagos y maleantes de los que Tàpies cogerá toda su inspiración. «Nuestra intención era jugar no sólo con textos e imágenes, sino con contextos e imaginarios, poner la lupa de aumento en todo aquello que abrió la iconografía de Tàpies», afirma Pablo Allepuz , otro de los comisarios. La muestra quiere jugar con la alta y baja cultura, con el arte «avanzado» y el «primitivo» otorgándoles a ambos el mismo valor en el imaginario de Tàpies. Además de los cuadros y dibujos preparatorios del artista catalán, encontramos un incensario maya, una portada de la revista ‘Minotaure ‘, una máscara de la región de Terai (Napal) o dibujos anónimos realizados por pacientes con esquizofrenia. «Para Tàpies, el arranque del siglo XX supuso una importante liberación creativa para el artista, primero con las vanguardias, al romper con la tradición, y después otorgándole un rol de investigador, como si fuese un antropólogo», asegura Allepuz. Hay que recordar que a Tàpies, en sus inicios, las obras de Miró o Picasso le llegaban a través de reproducciones en blanco y negro. El color lo sacaba de colecciones de cromos o coleccionables publicitarios como los de Chocolates Juncosa . Lo interesante de esta muestra es que la mayoría de piezas no se pueden ver en el museo, perdidas en archivos o fondos. Por tanto, son casi inéditas para redescubrir un lado más del genio catalán una vez pasado los fastos de su centenario. Sólo hace falta ver los primeros autorretratos del artista en el 46 para ver que Tàpies todavía no había asimilado del todo el artista que era y el que quería ser. A veces se pone a sí mismo como un gurú lleno de luz y otras como un oficinista serio y aburrido. Hay dibujos de inspiración daliniana como ‘La dona arbre’, de 1944; otros picassianos como el óleo sobre cartón ‘Figura’, de 1946 o el misterioso y magrittiano ‘El escamoteo de Wotan’, de 1950. Una exposición imprescindible para completar la figura de Tàpies.
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Author : (abc)
Publish date : 2025-02-13 04:20:00
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