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Con una licenciatura, un máster, varios cursos… Begoña Bello era «la hija ideal de todo padre». Probó de lo suyo, pero no le convenció y «por decisión propia» se lanzó a convertir en su trabajo «lo que era un hobby» familiar de producción de miel, a la vez que recuperó los castaños de sus antepasados. «La mejor decisión», asegura ahora Begoña, de 38 años y después de un decenio como apicultura y castañicultora en Corullón, El Bierzo. Contó con el «apoyo de mis padres desde el primer día», algo «muy importante», aunque, reconoce, «gente alrededor me llamase loca por volver a un pueblo de 200 habitantes». «No me arrepiento», subraya convencida, y eso que, como rememora ella, que es «muy sentimental», en los comienzos los lloros ganaban a las risas. Ahora, también hay días amargos, pero en la balanza pondera: «Al final se trabaja por dinero, pero la felicidad vale mucho» y, por ejemplo, haber podido estar junto a su madre cuando ha sufrido achaques «vale millones». «Antes la gente quería estudiar para irse de los pueblos. Y ahora, estudiar para volver», señala durante su participación en la mesa ‘En primera persona, así llegué al sector’ dentro de la jornada ‘Mujeres con voz propia’ organizada ayer por Asaja en el marco de la feria Agraria. Begoña lo tiene claro: «Es donde mejor se vive». «Creo que en los pueblos tenemos grandes oportunidades», sostiene. «No lo cambio por nada». Incluso sueña con ampliar el negocio y vender sus productos a través de su propia plataforma en la web y llegar así al consumidor final. También Nerea del Río era «la típica empollona» y estaba trabajando en una empresa hasta que tras una campaña de Navidad «tremenda» vio que su padre, ganadero, tenía «mejores condiciones laborales que yo, y eso que echas más horas que un reloj». Y cambió de aires. Su abuelo, que fue el más reticente, ahora está «orgulloso» de una nieta que mantiene la tradición como ganadera de ovino de leche en el pequeño pueblo palentino de Robladillo de Ucieza, de media docena de habitantes, aportando también la innovación. Divulgación en redes sociales de la actividad y visitas a la explotación forman parte de su día a día entre ovejas y corderos. Y ahí, una de sus quejas, esa cobertura que todavía falla y desespera. A quien quiera lanzarse al campo les da un consejo: «Primero, que se formen, prueben en la privada. Es lo que hace que yo esté aquí, a pesar de las lloreras, un cordero que se muere, un ataque de lobo…». «Merece la pena», sostiene. «Porque es un trabajo, pero también una forma de vida y de relacionarse con la familia», en la que, eso sí, «tienen que salir los números», sean mujeres u hombres en un sector que cada vez habla más en femenino -el 30 por ciento de las incorporaciones en Castilla y León son féminas, a cargo de más de 15.000 explotaciones de las 60.000 que hay-, pero en el que si «no discriminación», sí siguen viendo un trato a veces «jocoso» cuando manejan un tractor o conducen al rebaño. «No sé qué tenemos que hacer para que no se sorprendan», lamenta Nerea, que tuvo que pasar «hora y media de examen» ante un funcionario que le preguntó «hasta qué talla de calcetines usan los corderos» para justificar su incorporación, mientras otro compañero, varón, en «diez minutos» lo solventó. «Trabajar para ti misma es un lujo», añade Isabel de Castro, agricultura en Madrigal de las Altas Torres (Ávila). «Animo -dice- a mujeres y jóvenes a que primero experimenten en una empresa porque cuando vayas a tu casa, lo vas a valorar mucho mejor». Fue también su camino. A sus 37 años, reconoce que «siempre» le había «gustado el campo» y tras pasar por el otro lado, regresó a sus orígenes. Hace ya 12 años de eso y está «muy contenta», pese a que los últimos no han sido precisamente buenos años para el cereal y la burocracia le desespera. En el otro plato de la balanza, lo «gratificante» de ver que esa producción «la he creado yo». «Es una pasión, un hobby», dice y anima «a todo el que le gusta el campo a que dé ese paso». Aunque advierte: «Tiene cosas malas». A Maribel Herrero, el fallecimiento de su marido hace dieciséis años le llevó a ponerse al frente de la explotación ahora con 125 vacas y 600 ovejas en Santa María de Sando y Villaseco de los Gamitos (Salamanca). Ya con 62 años, acumula 35 en la ganadería, aunque antes «a remolque de él». «Lo vivo intensamente. Disfruto mucho», asegura de una labor en la que «hago lo que haga falta», desde comprar y vender ganado, a asistir a un parto, amamantar al animal más débil… Cuenta con un trabajador y los domingos, con la ayuda de uno de sus tres hijos, a quien también recurre para el papeleo, que «no me gusta». Atentas a la charla, tres jóvenes, María Eugenia, Sandra y Silvia, de 20, 16 y 22 años, que se forman en la Escuela de Capacitación Agraria Viñalta, con la idea de un futuro próximo ponerse al frente de las explotaciones agrícolas y ganaderas familiares. Con formación, el perfil que va ganando terreno en el campo. «Tengo la enorme suerte de vivir en el pueblo» y «no como algo snob y bohemio», recalca en la apertura de la jornada, Ana Pastor, agricultora de 34 años y presidenta de Asaja Soria. Castilla y León, asegura, «dispone de recursos a la espera de ser utilizados».



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Author : (abc)

Publish date : 2025-01-29 07:17:00

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