Sería impensable resumir aquí el archivo fotográfico que Jesús Martín Cartaya dejó como legado de la Semana Santa de Sevilla. Reconocido como un auténtico captador del momento, Martín Cartaya supo inmortalizar con su cámara la esencia de una celebración única en el mundo, logrando que cada instantánea transcendiera lo puramente visual para convertirse en un relato lleno de emoción y significado. Sus fotografías no solo documentaron los detalles de pasos, cortejos y paisajes urbanos, sino que también capturaron el alma de los instantes más íntimos y solemnes de la Semana Santa . Desde el recogimiento de una saeta hasta el reflejo de la cera derritiéndose en una noche de primavera, Martín Cartaya convirtió su arte en un puente entre lo tangible y lo espiritual. La capacidad de inmortalizar a las personas, los pasos y cada detalle, un legado invaluable de la Semana Santa, es uno de los grandes dones que nos ha dejado esta tradición. Contar la historia a través de la imagen se ha convertido en un elemento esencial para preservar su memoria y Jesús lo ha logrado y con creces. La gran mayoría de las hermandades , por no decir todas, conservan en sus respectivos archivos imágenes de Jesús, ya sea enmarcadas o digitalizadas. A lo largo de su vida, él fue un ferviente amante de la fotografía en blanco y negro, que entregaba impresa a las corporaciones sus fotografías con su firma colocada a mano en cada lateral. En Pasión en Sevilla, ofrecemos estampas que Jesús ha inmortalizado de la Semana Santa, preservándolas para siempre. Un ejemplo es la imagen del paso de misterio de la Amargura en 1965, pasando por la Encarnación en el Santo Entierro Grande, una instantánea que permite admirar el momento sin aglomeraciones. Está el Cautivo de Santa Genoveva cruzando las vías del tren por Felipe II en 1962, o el instante captado por Antoñito procesiones, uno de los grandes personajes de las cofradías, acompañado de una banda de música, representan el prototipo de cofrade que sigue vigente hoy en día o el traslado de los titulares del Museo a la Catedral en 1975 , con motivo del 400 aniversario de su historia, o el regreso de la Piedad de la Mortaja en andas durante la tarde del Domingo de Resurrección por la Plaza del Pan en ese mismo año, tras haberse refugiado por la lluvia, son momentos imborrables en la memoria de la Semana Santa sevillana. Otro ejemplo es una singular estampa que se muestra en la mañana del Viernes Santo con los armaos posando antes de llegar a la basílica ante el palio de la Macarena cubierto con un plástico, del Balilla ante la Virgen de las Angustias de los Gitanos en su besamanos, o la clásica foto de Jesús del costalero trasladando una cruz de penitente. No podía faltar una imagen suya de Jesús Nazareno de la O en 1976 delante de la estación de Córdoba, de Carlos Amigo Vallejo en su primera Semana Santa en Sevilla admirando al Cristo de la Salud de San Bernardo, de ese niño en la zambrana del paso de la Quinta Angustia en un ensayo con los hermanos Rechi, un niño cuyo nombre es Juan Antonio Cidoncha, sobrino del mítico Manolín Mercado.
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Author : (abc)
Publish date : 2024-12-31 00:30:00
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