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Era el año 2005 y Sevilla estrenaba una programación musical veraniega algo atípica que se alejaba del concepto de festival al uso: artistas emergentes, propuestas alternativas. Artistas de renombre compartiendo cartel con otros aún desconocidos. Así, nacía un ciclo musical, Nocturama , que marcaría un antes y un después en el calendario cultural de la ciudad. Veinte años más tarde, el ciclo se termina. Por el camino, Nocturama ha habitado—además de por las cuatro estaciones del año— lugares como los Jardines del Casino o el Teatro Central, dejando en el recuerdo las actuaciones de artistas como Hidrogenesse, Sr. Chinarro, Triángulo de Amor Bizarro, Maga, Christina Rosenvinge , Coque Malla, Novedades Carminha o Carmen Boza , entre muchos otros. Nocturama llega a su fin pero su espíritu sigue entre nosotros —o así lo espera su director, David Linde (La Suite)— en proyectos nuevos como Microclima o Brecha que siguen la estela que en su momento marcó el ciclo y que tienen además un propósito extra: pasar el relevo a las nuevas generaciones. Entre los días 5 y 8 de diciembre , Sevilla podrá despedirse de Nocturama con la actuación de grupos como Salvar Doñana, Guadalupe Plata o Israel Fernández con Lela Soto y Frente Abierto , entre otros. -Microclima se estrena en Sevilla este año. Es un proyecto vuestro, pero hasta ahora no habéis podido traerlo a la capital hispalense. ¿Cómo ha sido ese trabajo? -Ese proyecto llevaba en la nevera tres años, te diría casi cuatro. Nocturama siempre ha sido ecléctico, en tanto en cuanto hemos intentado ofrecer algo diferencial en el mercado. Desde el primer año, prácticamente. Siempre hemos tenido un huequecillo para este tipo de música y este tipo de artistas. Conforme avanzan los años te das cuenta de que hay mucho más ahí, de este género o subgénero, para que tenga su propio espacio. Pensamos en algo, hicimos un proyecto para Sevilla, lo presentamos y no salió. Los proyectos tienen su tiempo. Eso fue hace tres años, ese dossier lo tengo muy fresco porque los artistas de ese dossier finalmente fueron al de Cádiz. -¿Por qué no salió? -Así son las circunstancias algunas veces. Este tipo de proyectos requieren de mucha ayuda pública, hace falta mucha pedagogía, no son sencillos ni fáciles. Requieren, para empezar, que sean gratuitos para el público, que es algo que pienso mantener hasta que pueda. Como digo, requieren de formación del público y que sea la curiosidad quien los meta. La música experimental, el ambient… todo eso al público le requiere cierta exigencia. No es pop. Vas a pasarlo bien, pero es algo más que eso. Las administraciones, simplemente, no estaban. No están siempre. Se quedó sobre la mesa. -Pero sí para Cádiz. -Sí, porque se insiste, es mi trabajo también convencer a las instituciones públicas de la importancia de una cosa u otra, pero bueno, sonó la flauta con Cádiz. La Junta de Andalucía le estaba dando una vuelta de tuerca al Festival de Música Española de Cádiz, que era eminentemente de banda sinfónica, y estaban dándole vueltas, hablando con gente de otros festivales para que acogiera otras opciones y ahí encontramos hueco. Lo hicimos de ambiente el primer año, con artistas españoles, que es una cosa que se requiere dentro del festival. Fue la primera pica, pero ya fuimos tirando. Este año en Cádiz nos hemos metido mucho más en la experimental, hemos redoblado la apuesta y ha sido muy bonito. Gracias a lo de Cádiz, y al espíritu que compartimos con el festival OFFF, nos acogieron. Es muy guay, porque Microclima no deja de ser un festival dentro de un festival, que es una idea que a mí me gusta mucho. Crea unas sinergias con otros actores, está bien que sea transversal, que las personalidades se diluyan y que el público encuentre más riqueza. El festival va creciendo poco a poco, no es música de grandes auditorios. Estamos muy contentos. -Ahora empieza Nocturama, pero también ha estado con Brecha y, además, en las últimas semanas ha colaborado con SOM València junto a las salas de Sevilla . Ha sido una racha llena de trabajo. ¿Cómo lo ha llevado? -Me doy cuenta de que la gente de la cultura somos casi temporeros. Teníamos mucho trabajo en verano, que era lo habitual, también primavera, pero esta ciudad de una forma gradual ha ido llenando el otoño sevillano, llegando a ser la temporada más alta con el Festival de Cine, el Monkey Week, hasta este año tenemos Nocturama… hay muchísima actividad. Este trimestre no tengo una vida social ni personal muy rica, pero ya en invierno la cosa se relaja un poco. -Se termina Nocturama tras 20 años. En su equipo hay una frase que se repite cada año «a ver qué tarda David en decir que este es el último»… -¡Por fin! -¿Cuándo supo que era el último y por qué ahora? El año pasado no daba la sensación de despedida. -Fue hace tres años. Nos reunimos los que formábamos En La Suite y veíamos que tenía que haber un final. La cifra redonda la daba el número veinte y decidimos tirar dos ediciones más. Hace tres años nos dimos cuenta de que lo que queríamos aportar a la ciudad, con este formato, no iba a ser posible. Podríamos haber seguido algunos años más, sin duda, pero el fin mismo de Nocturama desaparece y estar por estar no es algo que nos haga falta. Como bien dices, el año pasado no daba esa sensación porque no queríamos hacer una edición en decadencia o en despedida. Y no lo es. Cuando supimos que esta iba a ser la última, vinimos con energías renovadas. La sinergia que ha creado Nocturama no queremos que desaparezca, pero el formato festival sí. Para nosotros ya no tiene sentido. La exhibición por la exhibición, sin nada más. Sevilla tiene muchísima oferta. El público ya está formado, ya tiene donde escoger. El ciclo de Nocturama se ha cumplido, nada tiene que ser eterno. Las cosas deben de empezar y acabar y veinte años son muchos años. Alargarlo más hubiera sido hacerle un flaco favor a Nocturama y a la ciudad. -¿Cómo es eso de que siga el espíritu de Nocturama pero sin el festival? -Este año hemos puesto la primera pica con el colectivo Brecha. La creación de público es una labor ingrata, casi nunca puedes ver el final del comienzo que haces. Nocturama se plantea de una manera distinta al de otros festivales y ese público formado, de casi tres generaciones, lo van a ver en otros festivales, lo cual es maravilloso. Dentro de Nocturama hemos hecho una apuesta por artistas emergentes y jóvenes, pero teniendo claro que el público está cubierto queríamos apostar por nuevos valores y a nosotros esto se nos quedaba corto. No es exhibir por exhibir, queremos dar un paso más allá. Desde Nocturama hemos hecho una prueba con el colectivo Brecha de que las nuevas generaciones hagan el comisariado a todos los niveles. A nivel de gestión, producción, concepto… que sean los propios jóvenes quienes organicen y se dirijan a los nuevos públicos. Esa es una lógica de perogrullo. Un señor como yo, que tengo una edad y una trayectoria, puedo acceder a ese público, pero no nos parece honesto. Lo honesto es poner nuestra experiencia a su servicio. Ya estamos en un proceso de escucha y, en los años venideros, para lo cual ya estamos hablando con el Ayuntamiento y la SGAE, queremos seguir trabajando nosotros o la marca Nocturama, para propiciar que las instituciones, otros festivales, las propias salas, el colectivo de la ciudad… que todos los enlaces que tenemos puedan ser accesibles para ellos. Es una labor más discreta, pero no nos toca a nosotros estar delante, le estamos dando forma. Brecha es el primer paso, la idea ilusiona mucho, entonces ya veremos si el año que viene aparece como un adiós a Nocturama o ya iremos viendo, pero nuestros ejércitos se ponen a disposición de esta nueva generación. -¿Cómo está siendo ese proceso de escucha de las nuevas generaciones? -Muy bonito porque, para empezar, los que ahora mismo estamos copando el sector cultural, tanto mi generación como las mayores o algo más jóvenes, gente nacida en la mitad del siglo pasado, nunca se han acercado a estos colectivos de una forma realmente abierta. El acercamiento suele ser de ofrecer algo y tú te adaptas, pero este es el momento de «decidme exactamente cómo queréis hacerlo y lo vamos a intentar». La cultura exige estar actualizado, muy vivo. Vivir el momento de la ciudad. El futuro de la cultura de esta ciudad difícilmente lo va a marcar mi generación. Ha marcado los últimos veinte años y está marcando el presente y, yo diría, que con nota, pero no podemos ser quienes hagamos el futuro. El proceso de escucha es un folio en blanco que ellos rellenan y tenemos que ver cómo hacemos eso realidad. Es muy interesante, porque si bien hay algunos factores o campos comunes, otros te sorprenden y te abren la mente. No es tanto lo que se puede hacer, un festival o un concierto, como desde donde se está proponiendo. Es muy diferente. La sociedad sevillana ha cambiado muchísimo. Ha cambiado de cinco años para acá, imagínate veinte. Ellos tienen otro prisma y nos van a asegurar un futuro muy rico. -Ha dicho en otras ocasiones que Sevilla necesita notar el hueco que deja Nocturama. Con un calendario tan copado de eventos musicales y culturales, que a veces se solapan unos con otros, ¿teme que eso no ocurra? -No es tanto echar de menos, porque tenemos grandes clásicos que han desaparecido y sabemos lo que se echa de menos. Yo siempre pongo como ejemplo el mes de danza. En Sevilla tenemos uno de los festivales europeos de más prestigio y desapareció y no ha pasado nada, no se ha echado de menos. No es tanto eso, pero siguiendo con ese símil, si lo pensamos como un edificio, de primeras ese edificio ya no está y hay una inercia a llenar el hueco. La danza se ha reciclado y está ocupando otros espacios. No soy nostálgico, no es tanto echar de menos, pero la oferta de una música distinta, que ya el público empieza a reclamarla, hace que ese hueco lo ocupen otros festivales. La idea es que esa parcela mental de exigir algo distinto lo lideren las generaciones más jóvenes. Esa es la idea, que la gente se olvide de nosotros dentro de dos años no es algo que nos preocupe. Nunca tuvimos vocación de ser eternos, veinte años… jamás pensamos que íbamos a durar tanto. No es tanto echar de menos Nocturama, sino de una forma natural que eso de ofrecer algo distinto lo ocupe algún promotor y, sobre todo, que el público lo reclame. -Nocturama no solo ofrecía algo distinto a nivel musical, sino también de aforo y entradas. Actualmente casi cualquier evento tiene alguna polémica con tiqueteras, tokens, fondos de inversión como promotores… ¿Cómo ve el cambio de modelo en estas dos décadas? -La industria de la música se ha convertido en algo muy rentable. Lo que antes era un mercado o un sector más romántico, lleno de idealistas que querían vivir de ello donde algunos lo hemos conseguido, ahora se llama industria. Algo que es terrible, porque una industria requiere de muchísimos recursos para ser rentable. Se utiliza tanto al artista como al público como algo más para explotar. Ocurre a nivel mundial. Hay fondos de inversión detrás de festivales donde se mueven millones de euros y eso es lo que toca. Es triste porque, por supuesto, pierde el público, pero sobre todo pierde la música. La riqueza de la música hay riesgo de que desaparezca, si no mete miles de personas en un aforo. La solución son dos cosas: que la gente vuelva a las salas, la primera trinchera donde el melómano se forma. La otra, que es una labor difícil pero que tiene su parte hermosa, es que tenemos que contar con la colaboración de los estamentos públicos. Ayuntamientos, diputaciones y, en este caso, de la Junta de Andalucía. Convencerles de que la relación público-privada no solo funciona sino que es necesaria. -¿Qué tipo de relación público-privada? -Si yo tengo las entradas de Nocturama a un precio asequible es porque tengo ayuda pública. ¿Qué ocurre? Que tengo una responsabilidad con ese dinero público y es, precisamente, ser servicio público. A la música no hemos venido a enriquecernos. A vivir de la música sí, pero no a costa de la música. En eso hemos sido siempre muy honestos y si yo obtengo ayuda pública el sevillano tiene que beneficiarse con precios asequibles. El Ayuntamiento siempre ha sido sensible al respecto, pero hay otras instituciones que están dando grandes ayudas a grandes contenedores musicales, que es una contradicción. No diré nombres, pero hay casos sonoros de festivales enormes con grandes apoyos por parte de sus propios sponsors y que encima tienen ayudas públicas, un sinsentido. Tanto esta corporación como la anterior tienen el compromiso y la apuesta, pero nunca es suficiente, el esfuerzo que tú hagas hoy no lo verás acabado, pero la solución pasa por el compromiso de los actores privados de tener una relación honesta y que ese dinero revierta en el espectador. -A pesar de que la trinchera son las salas, la tendencia de un tiempo a esta parte son los grandes aforos. ¿Siguen gozando las salas de salud o estamos polarizando aforos, con minorías que van a ser marginales y mayorías que van a llenar un gran evento tras otro? -Las salas viven un momento contradictorio con una oferta maravillosa e increíble todos los fines de semana, donde se reparten muy bien los sectores, pero la paradoja es que están vacías. En un concierto de un artista maravilloso a lo mejor hay cien personas, rara vez están llenas. Esto ocurre porque si en una temporada el dinero que puedes invertir para música, muchos deciden emplearlo en un festival y ver varios de una tacada. Lo que ocurre es que muchas de esas bandas no van a estar en un festival. Entonces, bueno, me consta que la sala tienen apoyo público, pero hace falta más. La cultura de base es algo lento, no puede ser por golpes, tiene que ser constante. El público, me temo, no está respondiendo. La culpa la tiene la industria de la música. -La creación de un público fiel es uno de los legados de Nocturama. ¿Cuál cree que es la semilla que deja el ciclo? -Lo de semilla me cuadra más que lo de legado, porque es algo que todavía está creciendo. Principalmente el trato al público de forma personalizada. No tratar al público como un número, como una masa sin personalidad. Si metes a diez mil personas en un recinto y piensas en ellos como en una sola cosa probablemente te estés equivocando. Nosotros nos centramos en el trato individual. Estamos constantemente pensando en alguien de 18 años y luego en alguien de 35-40 años, pero pienso en ellos y en cómo van a disfrutar los precios, la barra, los espacios, la comodidad, y sobre todo tratarlos como lo que son, personas inteligentes. Exigirles un poco más. Sentido crítico, que cuando salgan puedan tener un criterio distinto de cuando entró, para que luego lo aplique en otras ofertas que se encuentre. Dar un paso más allá de observar a un artista sobre el escenario. Obligar al espectador a tener una atención más activa. Es muy difícil que alguien se divierta todo el tiempo en Nocturama, pero nuestra intención es que aprendan algo nuevo, tratarlos con respeto. Esa es la semilla: el respeto. No queremos rentabilizar, sino darles el mejor sonido, las mejores condiciones, como quien va a una ópera. -Es la antítesis de la tendencia actual, podríamos decir. -Hay grandes festivales que intentan hacer algo distinto, pero la diferencia es que el objeto al que va dirigido todo el esfuerzo es al espectador, en el caso de Nocturama. Para estos festivales el espectador es un recurso al que sacar rentabilidad. Todas las herramientas de la industria musical van a intentar conseguir que un espectador se pase el máximo tiempo posible del que está en el recinto, consumiendo continuamente. Ahí no tiene sentido que puedas estar viendo una propuesta más intimista o vanguardista durante una hora. Porque va a estar mirando el concierto, no en la barra o en una atracción de feria, o casándose, como en algunos festivales que te ponen una capilla… eso es ocio. ¿La cultura puede ser ocio? Puede, pero no está obligada a ello. ¿El ocio puede ser cultura? Puede, pero no tiene por qué. Ahí tenemos esa batalla. Es una batalla. Hay un ciclo que me encanta y hemos trabajado con ellos para que no desaparezca que es el Ciclo Escondido. 20-30 personas que durante una hora escucha propuestas en absoluto silencio. Propuestas que son imposibles de meter en un ciclo comercial. Espero que hayas otras promotoras que se metan en ese fango, es difícil, pero espero que eso ocurra. La industria de la música… esto que voy a decir suena un poco fuerte y espero que no sea el titular, pero la industria de la música está en contra de la música y en contra del espectador, su objetivo es otro: rentabilizar un evento. ¿De música? Sí. ¿Podría ser de otra cosa que diera más dinero? Hay turismo de festivales, ciudades que quieren tener grandes festivales porque aportan beneficios a las arcas. Eso va en contra de la música. -¿Hay riesgo entonces, con estas tendencias, de que ciclos como Nocturama pasen de ser minoritarios a marginales? -En cierto modo, si miramos atrás, siempre ha sido así. Las corrientes que luego se asientan empiezan desde algo marginal. Ese riesgo existe, marginal hasta el punto de desaparecer. Los nuevos públicos se comunican de otra manera. En mi generación, que soy de los 70, para disfrutar de la experiencia musical tenemos que reunirnos físicamente. Actualmente con la experiencia online y digital no tiene que ser así. Efectivamente, existe el riesgo y estamos muy cerca de ser algo marginal. Lo que me da más miedo es que desaparezca, que dentro de unos años la única forma de ver a un artista sea: uno, que el artista en cuestión sea el que propone la industria y, dos, que sea rodeado de miles de personas. Eso existe, ese riesgo existe. Nos tenemos que poner las pilas todos, empezando por las instituciones públicas, que deben ser garantes de este tipo de procesos. El público también debe cambiar, no es culpable pero sí responsable, en cuanto decide gastarse 500 o 600 euros para gastarse en un festival en otra ciudad y no para salas o descubrir nuevos nombres. No quiero ponerme en ninguna atalaya, pero quiero decir que en ese aspecto estamos muy tranquilos, siempre hemos trabajado en contra de eso y Microclima es una prueba de ellos: apostar por la diferencia y en contra de los mercados. La pelea es muy desigual. -Si alguien tuviera que coger el relevo de Nocturama, ¿quién le gustaría que fuera? -De forma natural, el Monkey Week debería de coger este testigo, no tiene por qué, qué duda cabe, pero de forma natural tendría que ser él. De hecho ya lo hicieron hace un par de años, con nosotros incluso, aunque también podrían hacerlo festivales como Icónica. Conociendo a Javier [Esteban] y su sensibilidad, seguro que se inventa algo para que esto ocurra. ¿Un festival nuevo? No lo sé. Mira, Diputación ha hecho un festival nuevo y lo que ha hecho es replicar los festivales que hace la industria, con todo mi respeto a los artistas que son todos maravillosos y no van por ahí los tiros. El público tiene que ir para otro sitio. De forma natural podemos compartir público con el Monkey y debería ser quien cogiera parte del testigo y en cierto modo ya lo hace. Esos tempos más relajados le pueden resultar más complicados, a Icónica podría venirle bien, yo conozco a Javier y estoy seguro de que podrían hacerlo. No lo sé, ¡lo veremos!
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Author : (abc)
Publish date : 2024-12-05 08:13:00
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Tuesday, January 21