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Roma y legionarios vs Grecia y hoplitas: ¿cuál fue el imperio más grande de la antigüedad?



El profesor Roderick Beaton llega a la entrevista, mostacho al viento, un suspiro después de aterrizar. El catedrático emérito Koraes de Historia, Lengua y Literatura Griega y Bizantina Moderna en el King’s College de Londres navega entre dos aguas: las del Mediterráneo y las del Canal de la Mancha. Nació en Gran Bretaña, pero lleva medio siglo dedicado a divulgar la historia del país que fue la cuna de la cultura clásica . Aunque con algo de controversia: «Mi tesis es que esta civilización no se ciñe solo a un zona geográfica determinada, a un espacio reducido; abarca todos los pueblos que hablan griego». Sabe que esta idea es rompedora, pero es una de las muchas que esgrime en ‘Los griegos’ (Áticos de los libros) ; un ensayo magno que arriba a España tras pasar por el Viejo Continente y en el que este experto se zambulle de lleno en los 3.500 años de historia que abarca Grecia. Con todo, Beaton también lleva a cabo en su obra un concienzudo análisis sobre la colosal expansión helena a lomos de Alejandro Magno y la influencia que esta tuvo en el futuro Imperio de las legiones. Y, aunque le escueza, tiene clara la conclusión: «La dura realidad es que a los romanos se les dio mucho mejor que a los griegos, pero también es cierto que Roma se dejó seducir por Grecia». –Unos 3.500 años de historia en 700 páginas… ¿Ha sido una tarea difícil dar vida a este libro? Muy difícil, no te lo puedes imaginar. Ha sido un trabajo de amor, por decirlo en términos shakesperianos, pero también de condensación de un material que he recopilado e investigado durante 50 años. –¿Hemos mitificado la cultura griega? Grecia nos ha dejado un legado tan colosal que hemos dado por supuesta su grandeza, pero hoy deberíamos analizar cómo fue en realidad. ¿La hemos mitificado? Sí. No eran perfectos. En su cúspide, por ejemplo, esta civilización traficaba con seres humanos, relegaba a la mujer a un papel netamente inferior al de los hombres en la vida pública o limitaba la democracia a los ciudadanos varones, que eran una minoría de la población. Por otro lado, los griegos siempre estaban haciendo la guerra entre sí, solo estaban en paz cuando otro potencia les conquistaba. Fue el caso de Roma. –¿Qué considera usted ‘civilización griega’? Escribir consiste en tomar decisiones. La mía no fue contar solo la historia de un lugar, Grecia, reducido en el espacio y hoy con una población modesta, y tampoco hablar de la civilización clásica. Decidí centrarme en el pueblo que hablaba la lengua griega. Ese es mi enfoque. Al final, cultura e idioma van mano a mano. Esta definición, mi definición, ha sido controvertida en el país; es normal porque no hablo de pueblo y evito el término nación, más moderno. Pero lo que me interesaba ver era cómo el pueblo se había unificado a través de la lengua, cómo esto les definió y cómo fue cambiando. –¿Qué tal ha sentado esta perspectiva en Grecia? Es un país que se toma con mucha seriedad su historia. Hace poco, por ejemplo, hubo mucha controversia después de que un documental afirmara que Alejandro Magno era homosexual Me puse muy nervioso antes de publicarlo. ¿Cómo lo recibirían los griegos? Mi libro no es propaganda, es la visión de alguien que intenta ser objetivo. En todo caso, me sorprendió la buena acogida que tuvo en el país. Ha sido recibido con mucha calidez y es un best seller. De hecho, cuando viajo al país los lectores me corroboran que les entiendo muy bien, con sus aciertos y sus fallos. Además, estoy muy orgulloso de ser ciudadano honorario de Grecia. La gente hoy en día está abierta a nuevas perspectivas y a ver la historia de manera diferente. –Afirma en su obra que Roma quería replicar el modelo griego de expansión La dura realidad es que a los romanos se les dio mucho mejor que a los griegos… [Ríe]. Y no es que lo diga yo. El historiador griego Polibio , del siglo II a..C, fue tomado como rehén, le llevaron a Roma y se pasó allí veinte años; cuando regresó a su país escribió un libro en el que suscribía esta conclusión. –¿Llevaba razón? Cuando analizamos cómo funcionaba la república romana en sus últimas fases nos damos cuenta de que era bastante caótica. A cambio, en el momento culmen, antes de convertirse en imperio, los romanos cultos estudiaban griego. Cicerón leyó en este idioma la interpretación que hacía Polibio de la constitución romana, por ejemplo. Al final, la conclusión es que la política y el pensamiento de los romanos se alzaron sobre los pilares de la Grecia Clásica. –¿Qué imperio considera mejor, el romano o el griego? A los griegos no se les daba bien alzar y mantener imperios. El que construyó Alejandro Magno se dividió y se escindió tras su muerte entre sus generales. Les sucedió lo mismo que en tiempo de las ‘polis’: empezaron a combatir entre ellos. Por contra, el romano estaba centralizado en un punto muy concreto –la misma Ciudad Eterna– y era una potencia a nivel económico, militar y organizativo. Un ejemplo: contaban con un sistema de carreteras que penetraban hasta Oriente Próximo. La respuesta paradójica es que la mitad del Imperio romano era grecoparlante; la que iba desde el sur del Adriático hasta el Eúfrates, Bizancio . –¿Hoplitas o legionarios?, ¿cuáles fueron más revolucionarios en su época? Ambos fueron revolucionarios en su contexto. Los hoplitas eran ciudadanos de la ‘polis’, de la ciudad-estado, que defendían su ciudad y atacaban otras. Su cambio fue organizarse entorno a formaciones cuadrangulares en las que todos los combatientes tenían las mismas armas. Y lo que les hacía diferentes, que es algo que sus enemigos no consiguieron entender, es que la protección les venía del escudo de su compañero de la derecha, y no del propio. Este hecho nos demuestra que contaban con una mentalidad muy solidaria. Las legiones siguieron un camino similar. Lógico, pues Roma era también una ciudad-estado en sus inicios. Pero, con el paso del tiempo, los ejércitos se profesionalizaron y se convirtieron en una maquinaria perfecta. Los legionarios vivían para la guerra, cobraban por ello y recibían tierras cuando se terminaba su servicio. El ejército era, además, una máquina burocrática centralizada desde la Ciudad Eterna que usaba toda la fuerza del Estado para aplastar a sus enemigos. A cambio, también es cierto que, durante la época imperial, terminaron reclutando a los soldados entre los ciudadanos de los pueblos conquistados. Eso hizo que, en la práctica, muchos de ellos no hubieran visto Roma en su vida. –Roma superó a Grecia en muchos aspectos, pero sabemos que Julio César se estremecía ante la figura de Alejandro Magno… Los romanos de alta cuna intentaban emular a Alejandro. Pompeyo el Grande , por ejemplo, se hizo representar con estatuas de estilo griego. Pero es interesante decir que lo que sabemos de Alejandro Magno nos ha llegado a través de historiadores de la época romana: Plutarco, Arriano… Todos ellos escribieron sobre el macedonio tras ver a dos colosos como el mismo Pompeyo y César luchar entre sí por el poder. Es decir, que esa visión influyó a la hora de dar forma al mito. Por otro lado, Grecia también permeó en otras tantas facetas de la Ciudad Eterna: el teatro, la filosofía, la historia… Las élites estaban muy interesadas en todas estas facetas y se educaban en ellas en griego. –¿Hasta dónde llegó la fusión entre Grecia y Roma? Horacio lo dijo en una sola frase: ‘Grecia cautiva a su salvaje conquistador’. El león romano, después de doblegar a su enemigo, se dejó seducir por él. ¡Roma fue una suerte de Grecia, pero con poder imperial! Las mismas élites de la Ciudad Eterna se sentían por debajo de sus equivalente helenas. –Demos un salto obligado. Sorprende que califique al Imperio bizantino de griego… No es sencillo para los historiadores hacer esta afirmación porque se asume que Bizancio fue la continuadora del Imperio. Para los griegos, sin embargo, el helenismo es el gran marco, y Bizancio, una parte del cuadro. Es cierto que los bizantinos se veían como romanos y cristianos desde los puntos de vista político y religioso, pero, en lo que respecta a la lengua y a la cultura, eran griegos. ¿Una gran paradoja, no? –¿Queda todavía algo de ese helenismo? Todos los estados modernos, y la propia Unión Europea, parten de un abanico de tradiciones. Pero al final, bajo todas ellas, subyace una idea: la de que la ley se debe aplicar a todo el mundo por igual, la isonomía. Y este es un legado fundamental de Grecia. A eso se suma la cultura, de eso no hay duda. –¿Qué puede aportar Grecia a Europa en la actualidad? Es un país pequeño que ha tenido una historia contemporánea y moderna compleja. Dictadura, transición a la democracia… Pero ha tenido un notable éxito. Políticamente, en los últimos treinta años, ha ejercido un papel muy positivo en las instituciones europeas. Y lo ha hecho con gusto. Es verdad que tuvo la crisis de deuda, como también le pasó a España, pero sobrevivió a este problema. Además, nos olvidamos de que esta situación fue paralela a la del resto de colegas del Viejo Continente . Hoy es un estado que ha ejercido un papel moderador y que busca que su voz se escuche. Y una región que cuenta con una enorme población fuera de sus fronteras.



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Author : (abc)

Publish date : 2024-09-23 04:24:07

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