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Una pizza cuatro quesos, una pepsi cola cero y un Marlboro. Esa fue su cena del día anterior. Toda una vida escuchando teorías peregrinas sobre el supuesto régimen y ayuno de los toreros hasta descubrir a su gran genio, también llamado Morante de la Puebla , sentado en una cadena de comida rápida como si viviera en una galaxia aparte. Un «fucking mileurista», que diría Amadeo Llados, arquetipo de la estafa moderna. Más chocante que la pizza, su cigarro: «¿Ya no fuma puros?» , le pregunté. «Para fumarse un puro hay que tener mucha paciencia, Jesús, y ahora mismo no la tengo». Una respuesta preocupante: si Morante no tiene paciencia, estamos acabados. Un día después, ya visto en la plaza, uno empieza a comprender sus palabras: no tiene paciencia porque quiere volver a ser él . Pronto y en la mano en su impulso más chenelista: sin tregua a los toros, sin tregua a la aflicción. Parecía posarse sobre Morante la ilusión del 2022 , la motivación de aquella temporada para la historia. Un torero aparentemente lanzado que parece olvidar su reciente abismo. Permítanme que dude del supuesto descanso de ese mes y medio de retiro: su ritmo y pulso juegan contra el argument o. Una máquina que vuelve a estar engrasada y, toquemos madera, ilusionada y feliz. Sirvan sus naturales al primer toro, su insistencia con el genioso cuarto y sus bromas con la cuadrilla durante las banderillas para creer uno que está en lo cierto. Si Morante tiene fe con una ‘zalduendada’, no seremos nosotros quienes arrojemos la dudas. A Mesonero apenas le permitió un par de lances antes de crujirlo a la verónica , suaves pero exigentes, sin inercias, con mucha verdad. Que no es lo mismo perder pasos que lanzar y traer los vuelos. Como tampoco es lo mismo desplazar la embestida que traerla hacia la bragueta. Más bajas cayeron sus manos en el quite, algodonosos y largos los lapazos. Camino de los cinco años iba este Mesonero, el primero de Zalduendo, tan largo de esqueleto como de cuello. Ni guapo ni feo. Que fue el que más fluyó de toda la tarde . Suave como la brisa choquera. Y entró la plaza, como Morante entró en trance. Curro Javier –qué tarde la suya– y Zayas le dieron candela en banderillas. Incluso el portugués estuvo bien, más templado y ordenado que nunca. La alineación de los astros como antesala del fenómeno planetario: Morante en redondo. Ligerito en su manera de ligar , volviendo a sacrificar la hondura con tal de no perder el ritmo, de no perder el ánimo. La balanza caía de su lado, como al natural, por donde mejor embistió este Mesonero, con clase y sin soltar la carita. La franela hecha seda, el toreo elevado a la máxima potencia. Sin quebrar la figura, hundido entero sobre su alma. Más se comprometió con Pica Rico, el mulo cuarto , sin cuello ni estilo. Que rompió a mejor con Curro Javier, clavado en el sitio y sin ninguna inercia. Muy por dentro se venía el mulo, que lo consintió Morante en una obra larga y entregada que nuevamente difuminó con un pinchazo. Le pidieron la oreja y el presidente la negó. Un toro más ofensivo fue Biensón, el remiendo de Albarreal y primero de Perera. Con mucha badana y algo engollipado, que tuvo explosión y rompió en dulzura sobre su lado derecho. Muy suave Perera, redondo y entregado. Soberbio en los tiempos, soberbio con la espada. Otra cosa fue el quinto, Distraído en su acertado nombre, con la cara alta y sin ningún celo. Insistió Perera, muy por encima de la zalduendada. Como por encima estuvo Luque , del violento tercero y del desfondado sexto. Lentísimo fue el cambio de manos de su primera obra, como su profundidad en redondo: hundido y apasionado en dos grandes series con la mano derecha .
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Author : (abc)
Publish date : 2024-08-02 23:19:17
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