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De los antidepresivos al ibuprofeno, los fármacos contaminan ya los ríos de todos los continentes



Aunque no deberían, cada día llegan al alcantarillado multitud de cosas que ensucian el agua y complican el trabajo de las estaciones de depurado. El agua es uno de los bienes más preciados —especialmente en este siglo XXI en el que preocupa tanto la sequía y el agotamiento de los acuíferos —, uno sobre el que se necesita garantizar que se mantiene en su mejor calidad posible. Todas esas sustancias —y, en especial, el riesgo y la práctica de que acaben en el ciclo del agua— resultan un problema: entre ellas, son los restos de medicamentos los que empiezan ya a preocupar a quienes gestionan las aguas residuales. «La presencia de los fármacos en el agua residual y en las superficiales y subterráneas es un hecho respaldado por miles de publicaciones científicas sobre el tema», apuntan a dos voces Raffaella Meffe y Ana de Santiago Martín, investigadoras del Grupo de Calidad de Agua y Suelo, de IMDEA Agua. «Más que del futuro, es un problema del presente», indican. Un estudio publicado en la revista PNAS siguió la pista de los ingredientes activos farmacéuticos en los ríos de todo el mundo. Sus conclusiones eran claras: ningún continente permanecía ya ajeno a la contaminación farmacéutica. Las aguas más contaminadas, advertía, se encontraban entre las recogidas en África y Asia, en zonas en las que la gestión de residuos es todavía deficitaria; pero, aunque varíen cantidades y principios, la contaminación es universal. Muchas de las substancias encontradas estaban conectadas con elementos de la vida cotidiana —por ejemplo, cafeína o nicotina— o productos que se pueden comprar sin receta. Pero, al mismo tiempo, en todos los continentes, salvo en la Antártida, localizaron restos de antidepresivos, antiepilépticos o anestésicos, entre otras sustancias, en las aguas de los ríos. La presencia de los fármacos es, por tanto, un problema conocido y uno que ya preocupa desde a las administraciones públicas hasta a la industria farmacéutica, pasando por los especialistas en biodiversidad o en salud pública. Como recuerdan Meffe y de Santiago Martín, la Unión Europea cuenta desde 2015 con una ‘Lista de observación’ para el control de microcontaminantes en los recursos hídricos. Los fármacos son uno de ellos. Al fin y al cabo, esta es una contaminación con muchos efectos derivados. «Entre las consecuencias que se han documentado se incluyen la afectación —o incluso desaparición— de determinadas especies y o la aparición de bacterias multirresistentes por la presencia de antibióticos», apunta Carlos Fernández Moriano, doctor en Farmacia y responsable del área de divulgación científica del Consejo General de Colegios Farmacéuticos, citando las conclusiones que presentaba a principios de febrero el catedrático de Farmacia de la Universidad del País Vasco, Gorka Orive. «No se han evaluado los efectos a largo plazo en el medio ambiente para la mayor parte de los, aproximadamente, 2.000 principios activos de medicamentos (de uso humano y veterinario) que se administran en el mundo», apuntan Meffe y de Santiago Martín. Sí se ha visto en laboratorio con estudios concretos: tienen consecuencias para la naturaleza. Las expertas apuntan que, por ejemplo, «los antiinflamatorios diclofenaco e ibuprofeno poseen un potencial genotóxico y neurotóxico en moluscos y disrupción endocrina en ranas». Los psicolépticos cambian el comportamiento de los peces y los invertebrados y la carbamazepina (un anticonvulsionante) es tóxico para la reproducción de los invertebrados y retrasa el desarrollo de los peces, suman. Lo que falta por conocer es qué pasa con las sustancias de forma conjunta. «Son escasos los estudios que evalúan el impacto de los ecosistemas de los fármacos en mezclas, donde el efecto aditivo podría ser más perjudicial que el de cada fármaco individualmente», señalan. Pero ¿cómo llegan todas estas sustancias a los recursos hídricos? «Los fármacos llegan a las aguas superficiales, principalmente, a través de los efluentes de las estaciones de depuración de aguas residuales (EDAR), aunque también podrían provenir de fosas sépticas, vertederos o de una gestión inadecuada de residuos», apuntan las expertas. A eso se suma el efecto de «la aplicación agrícola de purines y estiércol» y «la aplicación directa de los medicamentos al agua en la acuicultura». Es decir, el uso que hacemos de ellos está llevando a que se filtre al entorno. «Los farmacéuticos, como expertos en el medicamento, somos plenamente conscientes de que una mala gestión de estos y sus residuos está directamente asociada con la contaminación de suelos y aguas, y los consiguientes efectos dañinos en la flora y la fauna de los ecosistemas», señala Fernández Moriano, hablando del concepto ‘One Health’, que ve la salud como algo conjunto (la salud de las personas implica también la del planeta). Por eso, suma, el problema debe ser atajado. Concienciar sobre el buen uso de los medicamentos, avanzar en su economía circular o gestionar de forma eficiente los residuos son cuestiones fundamentales. Prevenir siempre es mejor que curar. «Antes de hablar de cómo deshacernos de los medicamentos, es imprescindible mencionar la importancia de su uso responsable», señala el farmacéutico. Las farmacias —que acaban de sumar el componente medioambiental a su código deontológico— quieren ser prescriptoras de buenos hábitos, «que entre sus objetivos tiene, precisamente, evitar o reducir esa sobremedicación». No hay que automedicarse ni tampoco acumular fármacos en casa por lo que pueda pasar. Cuando se ha acabado con un tratamiento, se debe llevar al punto SIGRE más cercano para que se encarguen de gestionarlo. Fernández Moriano señala que deben llevarse todos los restos para «iniciar así el proceso para su clasificación y posterior eliminación». Desde el envase, al blíster, pasando por las dosis que no hemos necesitado, en lugar de al cubo de basura deben llevarse al contenedor blanco que espera en la farmacia. El sistema SIGRE lleva ya algo más de 20 años en las farmacias españolas y Fernández Moriano defiende que ha sido «un importantísimo hito» para la gestión medioambiental de los residuos farmacéuticos. El 90% de los hogares españoles ya recicla sus medicamentos. Igualmente, ajustar las dosis a la duración exacta del medicamento —y evitar así que sobre— es otra de las ideas para lograr reducir la circulación de basura médica. El experto apunta que ya han actualizado los criterios de formatos para abordar este punto, especialmente en el uso de antibióticos. Aun así, y teniendo en cuenta que seguiremos necesitando medicarnos, ¿es imposible evitar que estas sustancias lleguen en algún grado a las aguas? «Imposible no, pero es un gran reto que debemos afrontar de forma integral como sociedad, haciendo un uso responsable de los medicamentos y apostando por la implementación de tratamientos más eficaces en las EDAR», resumen Meffe y de Santiago Martín. Ya existen tecnologías para enfrentarse al problema. «Por lo general, más que un problema de tecnología es un problema de eficiencia energética y de coste asociado al tratamiento», apuntan. Fernández Moriano indica que ya se están ejecutando «importantes iniciativas» centradas en la llegada de los medicamentos a la naturaleza. Enumera la «eco-farmacovigilancia, el desarrollo de plantas depuradoras más potentes o el desarrollo del propio Sistema SIGRE», que quiere seguir mejorando.



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Author : (abc)

Publish date : 2024-07-14 07:16:02

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