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Cátedra de Enrique Ponce en Algeciras: estiloso ante la dulzura y poderoso frente a la casta

Cátedra de Enrique Ponce en Algeciras: estiloso ante la dulzura y poderoso frente a la casta



El reguetón, la rumbita y la sevillana; los clarines, el pasodoble y el olé. Los lunares, el turrón y el rebujito; la almohadilla, las almendras y el habano. Las casetas, y la plaza; la Feria, y su periferia. Se asentaban las torcazas sobre el Coso de las Palomas mientras danzaban, extramuros, las flamencas por el recinto ferial. Intramuros, la vuelta de Enrique Ponce, que también venía a despedirse. Junto a él, su nuevo adjunto, David Galván –¿hay antónimo de telonero?–, uno de los nombres propios de San Isidro –que no ha tenido ni tendrá mejores oportunidades que las de este soñado 2024–, reivindicado nuevamente en su tierra ante la erupción de la casta de Fuente Ymbro. Y con ellos, Talavante, convidado de piedra de la tarde, que se fue desdibujado ante el desatino de su posición en el cartel, correspondidos por orden de antigüedad los garbanzos negros de esta corrida concurso de ganaderías de la tierra. Que por clase ganó Fermín Bohóquez, por casta Fuente Ymbro y por capacidad Enrique Ponce. Fue Selectivo, de Bohórquez, una contradicción en sí mismo. Que sin llegar a ser bonito era armonioso; que pese a su huérfano depósito de raza inicial terminó entregado y encastado. Tenía cuello, y honda badana; era estrecho en su cara, y también acarnerado; era silleto, y tremendamente largo. El fino equilibrio entre la sangre y los tiempos modernos. Tan dulce en su pastueña y moribunda salida que a todos sorprendió cuando fue pronto a derribar al caballo. Rematado en dos únicos puyazos, ¿quedaba aquello fuera de concurso? Fue creciendo en su casta, como en su estilo. Un traje a la medida de Ponce, bordado en tiempos y formas. Por fuera y a cámara lenta. Volcaba la cara este primero de Fermín con una franqueza única, invitando al relajo, al disfrute. Tan exagerado en su manera de humillar que no necesitaba el maestro bajar la mano, a media altura hasta desengañarlo en dos magistrales naturales que fueron la llave de acceso a los momentos supremos, lo de mayor despaciosidad. Un torero que parecía atravesar el momento álgido de su carrera, ¿quién diría que está de recogida? Tuvo gracia que después de la copiosa merienda saliera Comilón, de Núñez del Cuvillo, informal y descompuesto hasta tropezar con la poderosa franela poncista, única en dominio y acierto, que fue alargando el cortito tranco de este cuarto hasta meterlo en su singular canasto: entregado entre poncinas y naturales cambiados. Una cena de arrebato; de dominio, capacidad y maestría. Una faena del hombre que viene con la hierba en la boca. Más ofensivo en su expresión fue Bribón, de El Torero –Lola Domecq–, que perdía su amplitud frontal conforme se iba mirando de la proa a la popa, con el inequívoco ‘culo de pollo’ de su sangre. Salió descompuesto, en el aire que terminó. Algo más ordenado pareció sobre el pulso de Javier Ambel, sublime en cada lance. Que ni aun siendo extraordinarios lo arreglaron: rabioso en los estatuarios; informal e intermitente en las siguientes series. Unas veces con franqueza, otras dando hachazos. Ni mejoró el animal ni Talavante confió en mejorarlo, que rápidamente se tiró a los blandos. Poquita raza tuvo el de Salvador Domecq, ganadería hermana que, por antigüedad y poca atención de los representantes del torero, fue a parar al mismo lote. Normal que se fuera con cara de pocos amigos… Un toma y daca fue lo de Galván y Hechizo, de Fuente Ymbro, un toro fuerte de lámina y estilo. Golpes de casta en un pacto de no agresión. Salvados finalmente los dos: el orgullo de uno y el conjunto del otro. Exigente el toro y bragado el torero. Recompuesto el diestro adjunto tras dos rápidos desarmes en medio del océano de rectitud de este Hechizo, que ya había cantado su querencia en el capote de Miguel Ángel Sánchez, apretando hacia y por dentro. Fue la mano izquierda la clave de su éxito, el punto de entendimiento, el pitón menos malo. Retrasada y hacia afuera la muleta; con el toque seco, con su planta clavada. Una tanda de aprietos, otra apretado. Sorprendiendo, sorprendido. Como en el epílogo, mandón cuando recuperó la diestra; desmoronado cuando intentó lo imposible: una noria humillante para la casta y orgullo de Hechizo, que no permitió la broma. Un balance positivo, pese a la falta de contundencia con la espada. Poco duró en el ruedo Añejo, el coqueto sexto de La Palmosilla, protestado por su evidente descoordinación. Salió por él Renegado, también de Fermín, igualmente noble aunque menos talentoso. Más sobrado –como para no estarlo– se vio a Galván, finalmente metido en el terreno del animal antes de volver a pifiarla con la espada. Finalmente andando, con el maestro a hombros. Buena tarde de Galván, extraordinaria tarde de Ponce.



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Author : (abc)

Publish date : 2024-06-27 23:24:03

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