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¿Cómo pudo volar durante diez minutos un científico de Ronda mil años antes de inventarse el avión?

¿Cómo pudo volar durante diez minutos un científico de Ronda mil años antes de inventarse el avión?



Abbás Ibn Firnás murió con solo 35 años. En la actualidad, un cráter de la Luna, un aeropuerto en Irak y un puente de Córdoba llevan su nombre, pero apenas nadie sabe quién es, a pesar de haber protagonizado uno de los hitos más importantes de la historia de la aviación. Sí, han escuchado bien, de la aviación, aunque el personaje desarrollara su carrera como inventor, ingeniero y químico en el lejano siglo IX, mil años antes de la fecha de la invención del avión. Esta última hazaña se ha contado de mil formas, pero casi siempre olvidándose de las aportaciones de Ibn Firnás en la lejana época que los musulmanes habitaron la Península Ibérica . Uno de ellos asegura que, el 21 de noviembre de 1783, cuando faltaban cinco minutos para el mediodía, asomó majestuoso en el cielo de París, en la zona del Bois de Boulogne, un gran globo de color azul y oro. Faltaban todavía seis años para que estallara la Revolución Francesa . Debió ser como un milagro para los miles de vecinos que irrumpieron en las calles, tejados y parques de la capital francesa para verlo. En 1981, el libro ‘Historia de la aviación’ (Viscontea, 1981) detallaba lo ocurrido así: «La parte superior estaba adornada con flores de lis doradas y la parte inferior ostentaba los 12 signos del zodiaco y el emblema real. Suspendida del globo había una plataforma circular que, a imitación de un palco de la ópera, estaba enmarcada por paños drapeados de color púrpura». A continuación, sentenciaba: «Dentro de la plataforma se encontraban los primeros hombres que hayan volado jamás: Pilatre de Rozier, un físico de 29 años, y el comandante François Laurent, oficial de Infantería. El globo, a mil metros de altura, atravesó el cielo de París». Noticia Relacionada Según reveló George Washington estandar No El desconocido malagueño que bautizó los Estados Unidos con ese nombre Israel Viana Sin embargo, se equivoca, no porque el episodio no sea cierto, sino porque Rozier y Laurent no fueron los «primeros hombres en volar». Ibn Firnás, un científico e inventor nacido en Ronda (Málaga), lo consiguió un milenio antes. Nada menos que en el año 852, jugándose la vida al saltar hasta dos veces desde una torre de cien metros de altura en Córdoba, con unas alas de madera y tela. En el segundo intento, lejos de matarse, logró mantenerse en el aire entre uno y diez minutos, dependiendo de la fuente que se consulte. Leonardo da Vinci La hazaña de este andalusí fue ignorada por los historiadores durante los siglos siguientes, quizá porque desde su exitoso salto mortal a mediados del siglo IX nadie lo volvió a intentar hasta la época de Napoleón y el episodio cayó en el olvido. Hoy, sin embargo, es considerado uno de los principales pioneros de la aeronáutica y el antecesor de Leonardo da Vinci , por el hecho incontestable de que fue el primer ser humano que inventó un artilugio para volar. Se cree que el genio del Renacimiento italiano pudo tener acceso a algunos de los dibujos o escritos del sabio rondeño cuando diseñó su máquina voladora en el siglo XIV. Firnás nació en el seno de una familia bereber, posiblemente de la tribu Masmuda que había llegado a la Serranía de Ronda en la primera mitad del siglo VIII. «Este inventor debió trasladarse a Córdoba muy joven, atraído por las posibilidades que la capital andalusí ofrecía a las personas con las inquietudes que tenía y, también, por las continuas revueltas que imperaban en la cora de Takurunna [demarcación territorial de Al-Andalus donde se encontraba Ronda] en la primera mitad del siglo IX», apunta Antonio R. Acedo en su artículo ‘El sabio de Abbás Ibn Firnás, un renacentista del siglo IX’ . Este investigador de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas cuenta que Ibn Firnás cultivó casi todas las disciplinas del saber, tanto en el área de la investigación científica y técnica como en el de la creación literaria y musical. Era un hombre con una inteligencia excepcional y unas enorme capacidad de trabajo, que estaba dotado de un espíritu que recuerda al de los genios del Renacimiento italiano. Introdujo tantas novedades que algunas fuentes históricas emplean frecuentemente con él la expresión de «el primero en al-Ándalus que…». Las aves En la biografía de la Real Academia de la Historia, Fernando Gómez del Val explica que nuestro protagonista estudió el vuelo de las aves durante varios años antes de realizar su primer saltó desde la torre cordobesa. Algunas fuentes indican que esta primera tentativa se produjo desde la ladera de una montaña. En lo que coinciden algunos relatos es en que lo hizo envuelto en unas voluminosas prendas bajo la creencia de que así podría volar, pero fracasó, aunque relativamente. Según los testimonios contemporáneos, «los pliegues de su vestimenta contenían bastante aire y el golpe contra el suelo le permitió no sufrir heridas de consideración». Es decir, que su descenso desde los cien metros de altura debió ser parecido al de un paracaídas. Ibn Firnás no se dio por vencido y lo volvió a intentar por segunda vez con un ingenio diferente y perfeccionado que consistía en una especie de alas. En esta ocasión invitó a los cordobeses, incluido el propio emir, a que fueran testigos. En presencia de todos, se lanzó al aire desde los cien metros de altura. A pesar de su edad, demostró poseer una excelente forma física y, sobre todo, una gran confianza en su diseño y algo de instinto suicida. Y no se equivocó, porque se obró el milagro. Durante un tiempo consiguió planear en el aire durante un tiempo, antes sentir la fatiga para manejar aquel artilugio de grandes dimensiones. En ese momento intentó tomar tierra, pero no lo hizo con la suavidad esperada. Aunque se perdió en el tiempo con los siglos, el relato del vuelo debió ser muy conocido en aquella época y se convirtió en una especie de leyenda. Historiadores como Al-Maghribi, del siglo XIII, y Al-Maqqari, de principios del XVIII, recogieron la hazaña. No obstante, la fuente común a la que todos aluden es Ibn Hayyán, que lo contó así en su obra ‘Muqtabis II-1’ del principios del siglo XI: «Algún maestro dice que se las había ingeniado para volar, vistiéndose de plumas sobre seda blanca y añadiendo unas alas de estructura calculada con las que pudo elevarse en el aire y volar desde la parte de la Arruzafa, yendo por el aire y evolucionando en él hasta posarse a gran distancia del lugar de partida. Su aterrizaje, sin embargo, fue malo, pues se hizo daño en el trasero. No tuvo en cuenta que las aves se posan echando el peso sobre el trasero. Asustó a los campesinos que le vieron volar y se hacían lenguas de lo que habían visto sin saber qué era». El accidente Acedo califica de interesante la referencia a la utilización de sedas en el traje de Firnás, pues fue uno de los primeros que usó este tipo de tela en Al-Ándalus. Él también se decanta por la opción de la ladera y escribe que el lugar idóneo para nuestro protagonista fue al-Rusafa, a unos tres kilómetros al noroeste de Córdoba, en una colina rodeada de vegetación en la falda de la sierra cordobesa. Para realizar su proeza, añade, debió elegir la pendiente menos pronunciada y, al mismo tiempo, la más larga y uniforme, porque con sus conocimientos esperaba que en el aire desarrollase una recta descendente para amortiguar el golpe. Tras planear durante un buen rato, no logró maniobrar adecuadamente a la hora de tomar tierra y cayó con violencia en el suelo. A raíz del golpe se produjo una lesión en la espalda que arrastró hasta el final de su vida. Eso le impidió volver a intentarlo, pero parece ser que siguió investigando hasta concluir que el accidente se podría haber evitado si sus alas hubiesen contado con una cola como la de los pájaros.



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Author : (abc)

Publish date : 2024-03-11 05:33:44

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