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Estos son los desafíos clave para la supervivencia de la humanidad, según la ONU



El programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y el Consejo Científico Internacional (CSI) ha publicado un informe donde enumera los grandes desafíos que debe gestionar la humanidad si quiere perdurar. Son circunstancias emergentes que se suman a la «triple crisis» -como la denomina- en la que ya se encuentra sumida la sociedad, derivada de las consecuencias del cambio climático, la pérdida de riqueza natural y la contaminación. Estos nuevos «cambios críticos» que empiezan a dibujarse en el horizonte acelerarán los problemas ya existentes. Así, darán lugar a una «policrisis», en la que los problemas globales ya citados «se amplificarán, acelerarán y sincronizarán», con consecuencias nefastas para el bienestar humano y, por lo tanto, del planeta. Esta especie de ‘jinetes del apocalipsis’ señalados por Naciones Unidas son tanto de carácter natural como tecnológico, social o puramente físico. Han sido identificados por cientos de expertos mundiales a través de consultas regionales y de partes interesadas que, precisan los autores, incluyeron el punto de vista de los jóvenes. «Ahora es el momento de protegernos de los desafíos emergentes», declaró la directora ejecutiva del programa, Inger Andersen, durante la presentación del último informe del organismo, que da un buen tirón de orejas a las naciones en lo que a cumplimiento de las directrices que ya marcaron con los ODS en 2015. Califica de «decepcionante avance» el que se ha dado a escala global en este sentido. «Diez años después, el mundo se está quedando atrás en la erradicación de la pobreza, el hambre y la desigualdad», recuerda el informe sobre el objetivo número 1 de los ODS. Junto a ello, el 37% de las metas no ha experimentado ningún progreso o han retrocedido. Concretamente sobre el medioambiente, el 60% de los indicadores evaluados continúan mostrando deterioro o incapacidad para afirmar su estado por falta de datos. De ahí que no cejen en señalar las amenazas, aquí enumeradas, que siguen requiriendo un esfuerzo de gobernanza mayor. Las turbulencias geopolíticas por el control de recursos naturales, ya sean conocidos como el petróleo y el gas o más básicos como el agua, la tierra y los alimentos, han marcado la Historia. Ahora, el PNUMA dedica especial atención al auge de las tensiones que generará el control de materias primas de interés emergente por su implicación en la transición energética. Estas son, las tierras raras y una lista muy exclusiva de minerales y metales denominados críticos. Se espera que la demanda de estos últimos, necesarios para impulsar el cambio hacia las cero emisiones contaminantes, se cuadruplique para 2040. Esto, de media. Porque en casos como el del Litio la demanda se multiplicará por diez. La mayor prevista. Esto aumentará los proyectos de minería en aguas profundas e incluso minería espacial, lo que plantea amenazas potenciales a la naturaleza y la biodiversidad, ya que podría aumentar la contaminación y los desechos y, finalmente, provocar más conflictos. En este apartado tiene una mención especial para el continente africano, rico en estos recursos naturales. Países como la República Democrática del Congo , Zimbabwe, Zambia, Djibouti y Angola tienen una «enorme riqueza mineral que está siendo explotada, a menudo con poco o ningún consentimiento y participación de las autoridades locales, comunidades o estructuras para responsabilizar a las partes interesadas por los impactos y la explotación ambiental y social». Así, expresa que podría ser una oportunidad de crecimiento y bienestar a largo plazo para África si se gestionase de otra forma. En las últimas décadas, el Ártico se ha calentado cuatro veces más rápido que el resto del mundo. Esto conlleva el descongelamiento de grandes áreas de permafrost (terreno congelado). Los científicos advierten que contienen peligros ocultos, incluidas cantidades masivas de metano, gas de efecto invernadero cuya potencia ya ha sido también contrastada por los expertos. A medida que el permafrost se derrite, podrían liberarse microorganismos antiguos sin catalogar, entre los que se encuentran multitud de patógenos. Esto provocaría importantes impactos ambientales, animales y humanos. «Podrían liberarse nuevas bacterias, virus, hongos y parásitos resistentes a los antibióticos, lo que plantearía desafíos importantes para la inmunidad humana y animal», versa el informe. Concretamente, los investigadores han calculado que cada año podrían liberarse cuatro sextillones de estos microorganismos. Este fenómeno ya ha provocado un brote de ántrax en Siberia, que mató a miles de renos y afectó a decenas de personas en 2020. El origen estuvo en el citado proceso de descongelamiento. A este cambio que empieza a producirse ahora se suma la situación actual de resistencia a los antibióticos de las bacterias, una de las diez amenazas para la salud global más importantes señaladas por la OMS como prioritarias. Dicen los responsables del informe de la ONU que la inteligencia artificial va a «remodelar nuestro mundo de forma inimaginable». Pero, advierten también, «ninguna revolución viene sin riesgos». Esta nueva revolución digital tendrá un profundo impacto en la salud planetaria, la sostenibilidad ambiental, la prosperidad y la acción humana al permitir la descarbonización global, revolucionar la conectividad y la inclusión y alterar fundamentalmente la forma en que la sociedad interactúa, aprende, comunica y percibe la realidad. Pero a pesar de los beneficios que aportará, tiene implicaciones ambientales que la ONU quiere mantener en el debate y a las que deberá atender la sociedad. La principal será la citada demanda de minerales críticos y elementos de tierras raras, así como recursos hídricos y energéticos para satisfacer las demandas del centro de datos . El uso de la IA en sistemas de armas y aplicaciones militares, y el desarrollo de la biología sintética, «necesitan una revisión cuidadosa», advierten también. Especialmente porque los conflictos armados y la violencia están aumentando y evolucionando. «Estos conflictos implican la degradación y contaminación de los ecosistemas, lo que tiene repercusiones para las poblaciones vulnerables», concluyen. El desplazamiento forzado está aumentando los impactos sobre la salud humana y el medio ambiente. Una de cada 69 personas se encuentra ahora desplazada por la fuerza, casi el doble que hace una década. En total, existen 120 millones de desplazados en todo el mundo. El mayor conocido en la era moderna. Si bien esta cifra sigue siendo una proporción relativamente pequeña de la población mundial (71,4 millones), en dos décadas ha aumentado un 340%, de ahí su impacto. Los efectos del cambio climático y ambiental están obligando cada vez a más a las personas a abandonar sus hogares. La persistencia de las temperaturas extremas y los desastres relacionados con el clima ha desencadenado un «aumento sin precedentes» de desplazamientos repetidos, prolongados y a gran escala en todo el mundo en los últimos dos años en muchas partes del mundo, como Pakistán, Filipinas, Somalia, China, India, Bangladesh, Brasil, Colombia y Kenia. También, la escasez de agua está relacionada con un aumento del 10% en la migración global y las personas desplazadas por la fuerza y sus comunidades de acogida enfrentan numerosos riesgos relacionados con el agua. Las proyecciones de la Organización Internacional de la Migración sugieren que entre 25 millones y mil millones de personas podrían convertirse en migrantes ambientales para 2050. No en vano, los expertos califican este fenómeno como uno de los más importantes de este siglo. El informe medioambiental de la ONU no podía dejar de lado el hecho de que, en nuestra era, se ha visto debilitada la confianza en la ciencia y socavado las instituciones democráticas. Esto toca de lleno a la información científica en torno al cambio climático y sus consecuencias, siempre en el punto de mira de los negacionistas. Pero el desafío está, dicen, en la política. «Las políticas de transición climática y energética se han convertido en el foco de la retórica y el establecimiento de agendas populistas , cuyos portavoces han logrado movilizar a importantes electores, vinculando la negación del cambio climático con un ataque más amplio a las elites (urbanas) y al establishment político, basado en la ansiedad sobre el ritmo y el costo del cambio social y económico, y la pérdida de soberanía nacional», describen. El cambio en cómo se consume la información está señalado como una de las causas de que estas ideas encuentren ecosistemas adecuados para su difusión y multiplicación. Aquí, señalan directamente al consumo a través de redes sociales. «Las personas obtienen cada vez más noticias de estas, que atraen y retienen a los usuarios al brindarles contenido personalizado y, a menudo, emotivo sobre temas controvertidos», valoran desde la ONU, mientras recuerdan que estos canales «permiten la difusión rápida y generalizada de desinformación deliberada y empoderan avoces políticas o culturales muy influyentes y disruptivas». Recuerdan, además, que el crecimiento de las noticias falsas tiene el doble efecto de engañar a la gente y socavar la confianza en todo el contenido de las noticias, incluso las de las fuentes de noticias tradicionales y los organismos gubernamentales. En este contexto será cada vez más complicado diseñar y aplicar políticas ecológicamente eficaces y responsables. Recoge el informe del PNUMA que entre 1995 y 2021, el 1% de la población mundial obtuvo el 38% del aumento global de la riqueza total, mientras que el 50% solo el 2%. Esta creciente concentración de riqueza, advierten los expertos, no solo confiere un enorme poder económico y político a una pequeña élite , sino que también contribuye a la estratificación social y socava las instituciones públicas y la solidaridad social. Sobre las causas, señalan que la desigualdad de ingresos está aumentando debido al acceso desigual a la educación, las limitadas oportunidades de empleo y los servicios sociales inadecuados, así como a políticas fiscales regresivas. Esta brecha tiene implicaciones ecológicas, advierten desde la ONU. Las personas más ricas «contribuyen enormemente al cambio climático y la degradación ambiental». Un estudio reciente revela que el 1% más rico de la población mundial y el 66% más pobre representan cada uno el 16% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Por otro lado, las personas más pobres enfrentan la exposición más significativa a la contaminación y los desastres resultantes de la mala gestión de la naturaleza. Por ejemplo, las personas más pobres viven en áreas con peor contaminación atmosférica y acústica o con mayor intensidad industrial porque la vivienda es más barata allí. En la práctica, los daños ambientales de este tipo a menudo se cruzan con otras formas de injusticia, como las relacionadas con la raza, la discapacidad o el género. El resultado es la multiplicación de las desigualdades que afectan a las personas más débiles y vulnerables de la sociedad.



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Author : (abc)

Publish date : 2024-07-17 07:10:56

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